Historia de la cremación en humanos
El primer testimonio claro de prácticas funerarias corresponde al paleolítico medio. No obstante hay pruebas que en Atapuerca (Burgos, España) tuvo lugar un rudimentario rito funerario neandertal hace unos 300.000 años. Pero no fue hasta el paleolítico superior, que los entierros se hicieron cada vez más complejos, evolucionando hacia las primeras cremaciones.
La incineración más antigua que se conoce, es la del lago Mungo en Nueva Gales del Sur, Australia y data hace aproximadamente 26.000 años. Se trata de los restos de una mujer en el que aparece la utilización de ocres rojos sobre su cuerpo y la presencia de un ajuar funerario. En algunos casos, este tipo de ritos incluían cientos de cuentas o abalorios que probablemente estaban unidos a la vestimenta, además de otras formas de ornamentación y utillaje.
El sentir general es que la cremación tiene su origen en Asia, extendiéndose desde allí a Europa en la marcha de los pueblos hacia Occidente. A partir de aquí, la mayoría de las investigaciones se enfocan hacia el 3000 A.C, en las zonas de Europa del Este. Hay evidencias de urnas o ánforas de cerámica halladas en la Rusia Occidental y otros Pueblos Eslavos, que corresponden al final de la Edad de Piedra en Europa. Entre 2500-1000 A.C, se expande hacia las islas británicas y a la zona que hoy en día, corresponde a España y Portugal. Se sabe también de crematorios que fueron desarrollados en Hungría y al norte de Italia, extendiéndose hasta el norte de Europa e Irlanda.
Se sabe que durante la Edad Micénica – 1000 A.C. la cremación pasó a ser parte integral de las costumbres Griegas, ya que fue alentada por razones de sanidad y el rápido entierro de los guerreros, que eran muertos en las batallas, defendiendo las ciudades atacadas. Entre los griegos, los pitagóricos inhumaban a sus muertos, mientras los estoicos los quemaban. Las piras funerarias de los griegos llegaron a ser de notable lujo, considerándose verdaderas obras de arte. Su apogeo lo podemos encontrar en los tiempos de Homero, quien relata en la Iliada, cómo Aquiles quemó el cadáver de Patroclo (1200 A.C.) durante el sitio de Troya, utilizando una pira de 100 pies cuadrados, junto con los caballos y perros del difunto.
En el 600 A.C. ya era una práctica establecida en Mesopotamia. El rey asirio Asurbanipal fue quemado al morir junto con dos esposas (626 A.C.). Heródoto menciona la cremación en Persia en 550 A.C. En la Península Itálica, los etruscos practicaron también el rito de la cremación. Si bien desde la fundación de Roma en 753 A.C. ya Rómulo fue quemado al morir, los romanos se adhirieron más a esta costumbre, alrededor del 600 A.C, llegando a ser un decreto oficial a mediados del 500 A.C.
La incineración de los cuerpos era obligatoria en las ciudades Italianas e incluso llegó a considerarse un símbolo de distinción. Entre los años 27 A.C y 395 D.C, la cremación fue muy utilizada en el imperio. Se sabe que las cenizas eran depositadas en urnas finamente elaboradas y, con frecuencia, eran colocadas en columbarios diseñados artísticamente para tal fin. Alejandro Magno hizo el año 323 a.C. un importante funeral en Babilonia para quemar el cadáver de su amigo y consejero Hefestión, en el que la pira medía un estadio (185 m.) de lado y en la que depositó como ajuar funerario una inmensa cantidad de riquezas para ser quemadas junto con él. También es conocida la ceremonia crematoria del cadáver del héroe ibérico Viriato descrita por Apiano en el cap. VI «Sobre Iberia» de su libro «Historia Romana». Julio César fue cremado con los máximos honores, en una distintiva ceremonia.
Por otro lado, los pueblos nórdicos y germánicos, adoptaron igualmente la práctica de la cremación casi al mismo tiempo que los pueblos mediterráneos, manteniéndola por espacio de dos milenios. También fue constante entre los celtas hacia finales de la Edad del Bronce. Conocida es la costumbre de los vikingos de ser quemados junto con sus barcos para entrar purificados en el Walhalla («pórtico o palacio de los guerreros»). En el poema de Beowulf, rey danés, hay una bella descripción de su cremación, luego de morir heroicamente combatiendo a un dragón.
Mediante un túmulo y una pira funeraria, se creó un escenario donde junto al cadáver, se quemaron (en una especie de potlatch europeo) gran cantidad de valiosos objetos, armaduras y cantidades de riquezas en la región llamada Punta Ballenas. Diez días tardaron según cuenta la saga en preparar la pira funeraria. Y según la costumbre, doce señores cabalgaron en torno a la pira llorando al monarca y cantando sus hazañas y alabanzas.
Ya con el surgimiento del cristianismo, que consideró este rito como una costumbre pagana, la práctica de la cremación comenzó a disminuir. Alrededor del año 400 D.C cuando el imperio Romano estaba prácticamente cristianizado, la sepultura tradicional reemplazó a la cremación, excepto en casos de plagas y enfermedades contagiosas, aceptándose esta disposición en casi toda Europa durante los siguientes 1500 años.
El continente que ha seguido utilizando masivamente esta práctica, a través de la historia, es Asia, donde por diversas circunstancias, se ha transformado en la forma de entierro tradicional para la mayoría de los países. Sin embargo, en muchos lugares de Oriente, la incineración sigue llevándose a cabo a través de técnicas ancestrales y ceremonias bellísimas que demuestran un mayor entendimiento del fenómeno de la muerte y una mayor conexión y familiaridad con aquellos que dejan este mundo.
En Occidente, la cremación que se practica hoy en día, comenzó hace más de un siglo, después de años de experimentación, cuando el profesor Brunetti de Italia, perfeccionó un modelo de Horno Crematorio que fue exhibido en la Exposición de Viena en el año 1873. A partir de esa fecha, comenzó a expandirse paulatinamente por el mundo.
En Inglaterra, el movimiento a favor de la cremación surgió del médico y consejero de la Reina Victoria, Dr. Henry Thomson, quien con otros miembros de la casa real, fundan la Sociedad de Cremación de Inglaterra en 1874. Las primeras cremaciones efectuadas en esa época fueron en los años de 1878 en Woking, Inglaterra y en Gotha, Alemania.
En Norteamérica, aunque se tiene conocimiento de dos cremaciones efectuadas antes del año 1800, el verdadero comienzo de esta práctica fue en 1876 cuando el Ingeniero Julius LeMoyne construye el primer horno crematorio en Washington, Pennsylvania. El segundo horno crematorio fue instalado en Lancaster, Pennsylvania, transformándose en el prototipo de muchos que se comenzaron a fabricar. Pronto otros cementerios comenzaron a funcionar con hornos y los protestantes decidieron llevar a cabo la reforma de las inhumaciones, entendiendo, al igual que los católicos, que por cuestiones de ética, salud y economía era lo que más convenía en esos momentos.
Alrededor de 1900, los crematorios dieron un gran salto, instalándose 20 nuevos hornos a lo largo de diferentes ciudades (New York, Buffalo, Pittsburg, Cincinnati, Detroit y Los Angeles) que comenzaron afuncionar inmediatamente. En esa misma época, el Dr. Hugo Erichsen fundó la Asociación de Cremación de América en 1913, año en el que ya existían 52 crematorios en Norte América y se hacían alrededor de 10.000 cremaciones por año en el País. En 1975 habían 425 crematorios y se realizaban cerca de 150.000 cremaciones por año; además el nombre de la asociación fue cambiado por el de «Asociación de Cremación de Norte América», siendo la mayoría de sus miembros de Estados Unidos y Canadá. Hoy en día existen más de 1100 crematorios en Estados Unidos y más de 500 mil incineraciones se hacen cada año.
Además, la Asociación de Cremación de Norte América (CANA) en bien del estímulo de la incineración en América y el Mundo, está aceptando luego de minuciosos estudios, a las empresas que tengan hornos crematorios a nivel mundial, con el fin de alcanzar los más altos niveles en este servicio y de mantener la ética y la promesa de continuar con los estudios, conferencias y enseñanzas con respecto al tema, siendo lo más importante, la correcta disposición de los restos en sus respectivos cofres de cenizas y su posterior colocación, tanto en el hogar, cementerios (Columbarios) u otros, anteponiendo la dignidad y el respeto hacia el fallecido y los familiares. Actualmente, en todos los Países de América, existen hornos crematorios, siendo Venezuela el último en entrar en esta práctica.