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Actualizado: 23/11/2024
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¿Estamos preparados para despedir a un ser querido?

¿Estamos preparados para despedir a un ser querido?

Vía: Marina Valero / Efe

El funeral de un ser querido está teñido de dolor con ideas como «no puedo vivir sin él» o «mi vida ya no tiene sentido». Los expertos subrayan la importancia del trabajo preventivo para que las familias aprendan a gestionar sus emociones ante la muerte.

«Lo importante no es el dolor del que se queda, sino la memoria del que se va». Con esta frase ha iniciado su ponencia el periodista y escritor Carlos Santos Gurriarán, uno de los participantes en la rueda de prensa convocada por el grupo de servicios funerarios Funespaña ante la próxima celebración del Día de Todos los Santos.

Allí, representantes de la Asociación Nacional de Empresas Funerarias (Panasef) han presentado los datos económicos de un sector afectado por el aumento del IVA hasta el 21 %, coste que en su mayoría han decidido asumir las propias empresas funerarias. «No entendemos por qué un servicio básico y esencial tiene que estar gravado como una joyería», ha afirmado el secretario general de Panasef Carlos Hurtado. La facturación del sector funerario se ha reducido un 15 % en 2012.

Siempre con el ojo puesto en atender la demanda de la sociedad, este tipo de servicios facilitan los trámites burocráticos tras la muerte de un ser querido, pero no pueden aliviar el desconsuelo de una familia que quizá pensó, como tantas otras, que las desgracias son cosa de los demás. Si el ser humano «está preparado de manera natural para enfrentarse a los acontecimientos más complicados» como perder el trabajo, divorciarse o combatir una enfermedad, ¿por qué debe ser diferente con el fallecimiento de un familiar?, ha planteado el psicólogo clínico Vicente Prieto.

No todo el mundo sabe cómo reorganizar su vida ante estas circunstancias, y lo que es más: algunas personas se sumergen en un «duelo patológico» y confunden el dolor «consustancial al ser humano» con el sufrimiento añadido. «Dolor es echar de menos al ser querido y sufrimiento es pensar que mi vida se ha acabado tras su muerte. Muchas personas se han enclaustrado en ese nivel de sufrimiento», ha matizado Prieto. La clave está en adaptarse al cambio: «Debemos aprender a seguir sin esa persona».

Según el psicólogo, es preciso «entrenar» a las familiar para que puedan «evitar reacciones emocionales adversas» y se queden con «los mejores fotogramas de la vida del difunto» en lugar de engancharse en el pasado doloroso. No podemos sortear la muerte pero sí pensar en «cómo queremos sentirnos» después de que ésta llame a la puerta de nuestra casa, siempre con esperanza para iniciar el futuro «con la mejor de las actitudes posibles», ha subrayado Prieto. ¿Cómo?

Rodearse de objetivos «ilusionantes» en el ámbito del trabajo, la amistad, el ocio y la salud nos permite adquirir las competencias idóneas para salir adelante. En el caso de los niños, es muy importante «dejar que expresen su dolor» y animarles a participar en la ceremonia del adiós para que entiendan que aunque la vida se acaba, perdura la memoria del fallecido.

Según Gurriarán, el acto que reúne a toda la familia después del triste acontecimiento debe servir para «dar protagonismo a la persona que ha muerto y dejarlo en un lugar digno». La clave está en adaptarse al cambio: «Debemos aprender a seguir sin esa persona».

Según el psicólogo, es preciso «entrenar» a las familiar para que puedan «evitar reacciones emocionales adversas» y se queden con «los mejores fotogramas de la vida del difunto» en lugar de engancharse en el pasado doloroso. No podemos sortear la muerte pero sí pensar en «cómo queremos sentirnos» después de que ésta llame a la puerta de nuestra casa, siempre con esperanza para iniciar el futuro «con la mejor de las actitudes posibles», ha subrayado Prieto. ¿Cómo?

Rodearse de objetivos «ilusionantes» en el ámbito del trabajo, la amistad, el ocio y la salud nos permite adquirir las competencias idóneas para salir adelante.

En el caso de los niños, es muy importante «dejar que expresen su dolor» y animarles a participar en la ceremonia del adiós para que entiendan que aunque la vida se acaba, perdura la memoria del fallecido. Según Gurriarán, el acto que reúne a toda la familia después del triste acontecimiento debe servir para «dar protagonismo a la persona que ha muerto y dejarlo en un lugar digno».

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