“No es agradable esperar un día más para dar el último adiós a un ser querido”
Marisa murió el jueves19 de diciembre en Bilbao. Su familia más cercana pretendía incinerarla y darle un último adiós multitudinario en La Rioja el sábado 21, dos días después del óbito. Sin embargo, el crematorio de la plaza del Gas estaba saturado y hubo que recurrir al de Galdakao. El problema es que el servicio tardó un día más de lo previsto, con lo que también hubo que retrasar al domingo el acto que se iba a celebrar a casi 200 kilómetros de distancia de la capital vizcaína.
Como a la familia de Marisa, también le pasó lo mismo hace unos meses a un matrimonio de Barakaldo. Andrés y María Jesús decidieron cumplir la última voluntad de la abuela Mari y no darle sepultura, sino incinerarla. «Ella quería que sus cenizas reposaran en el pueblo de Burgos donde había nacido», recuerda su hijo. «Organizamos allí un funeral, al que iban a acudir muchos vecinos y conocidos. También se iba a desplazar familia desde Cádiz y desde Alicante», recuerdan.
El colapso de los crematorios de Bizkaia obligó a retrasar en casi dos días el servicio. «Algunos amigos, porque tú no estás en esos momentos para esas cosas, se volvieron locos buscando una alternativa; hasta miraron en Navarra o Palencia», confía Andrés. «Finalmente, tuvimos que avisar a todo el mundo de que no íbamos a llegar a tiempo y algunos familiares que ya habían salido de viaje se vieron obligados a hacer noche en Madrid para esperar al momento del último adiós». Para Andrés y María Jesús, fue un mal trago:«No es grato que se muera tu madre y tener que esperar un día más de lo previsto para despedirla».