El cardenal de Ottawa: “Un funeral no es el momento para hacer los elogios al difunto, sino rezar por él»
El cardenal de Ottawa (capital de Canadá) publica una serie de normas para la celebración de los funerales. Una profunda reflexión sobre la visión cristiana de la muerte y de la forma como la Iglesia prepara espiritualmente a los creyentes y sus familias para este momento ineludible de la existencia fue hecha por Mons.
Terrence Prendergast, Arzobispo de Ottawa, Canadá, el pasado mes de enero. A través de una Carta Pastoral, la publicación de una serie de líneas guía para la Archidiócesis y un decreto sobre los elogios en la liturgia de los funerales, el prelado explicó la doctrina de la Iglesia sobre la materia, «recogiendo el fruto de la historia de la Iglesia», según indicó.
Una de las directrices más notorias es que se evite hacer en la liturgia un elogio de la persona fallecida para, en su lugar, orar por ella para que alcance la misericordia de Dios.
«El elogio no pertenece propiamente a la Eucaristía funeral», destacó el prelado en las líneas guía para la Archidiócesis. «En la homilía, el predicador reflexiona sobre la vida de quien ha muerto, en relación con la gracia y la acción de Dios, abriéndose a cómo la vida del difunto es recibida dentro del misterio pascual de Cristo». Las palabras en honor de la persona pueden ser pronunciadas fuera de la liturgia y desde un lugar distinto al empleado para proclamar la Palabra de Dios. Se sugiere también que un seglar prepare el elogio del fallecido para pronunciarlo en la casa funeraria al final de la Vigilia por el Difunto o junto a la tumba después de la Bendición Final.
El tesoro espiritual de los ritos católicos «Ahora y durante algunos años, las actitudes hacia la muerte han sufrido cambios», comentó el Arzobispo, quien alertó sobre la tendencia en su Archidiócesis de algunas familias que deciden reemplazar los rituales de la Iglesia por actos de oración junto a la tumba o permiten que sus parientes sean enterrados «sin ninguno de los preciados rituales y oraciones que los sostuvieron durante su vida». Es común también, advirtió, que se invite a «celebrar la vida» del ser querido y se espere que alguien narre historias sobre las vivencias del fallecido.
En este contexto, Mons Prendergast se dirigió a los fieles para «hablar de la rica tradición de los rituales funerarios católicos y motivar a los católicos a hacer uso de ellos». Ante uno de los momentos más duros para muchas familias, el prelado recordó que «es verdaderamente en la Palabra de Dios en la que los cristianos encontramos verdadero consuelo y esperanza, porque es en Dios en quien ponemos nuestra confianza». También afirmó que la muerte nos obliga a enfrentar el misterio, «y allí encontramos que es Dios quien es la fuente de toda vida y significado».
El Arzobispo recordó que la Iglesia está preparada para acompañar a los creyentes durante este momento y a apoyar a las familias y amigos durante el duelo por sus seres queridos. En particular describió los ritos funerales que comienzan con oraciones al momento de la muerte y que continúan con la Eucaristía y culminan con la despedida final en el momento del funeral.
«El propósito del ritual funerario no es tanto celebrar los logros de la vida de esta persona, o recordar sus características particulares y sus preferencias», advirtió Mons. Prendergast, «sino hablar de la bondad de Dios y dar gracias a Dios por el don de la vida en Jesucristo». También se ofrece adoración y alabanza a Dios, se recuerda la certeza de la sacralidad del cuerpo humano y la resurrección de los muertos.
El «tesoro de riquezas espirituales» incluye la oportunidad de «encomendar los fallecidos al amor misericordioso de Dios y suplicar el perdón de sus pecados; dar esperanza y consuelo a los vivos; renovar nuestro conocimiento de la misericordia y el juicio de Dios y satisfacer la necesidad humana de acudir siempre a Dios en momentos de crisis», enseñó el prelado. También mencionó la importancia de la fraternidad y la solidaridad aún en el momento de la muerte y la expresión de la unidad de la Iglesia y la Comunión de los Santos.
Indicaciones prácticas para aprovechar la ayuda de la Iglesia. Las líneas guía publicadas por la Arquidiócesis incluyen consejos prácticos sobre cómo aprovechar la ayuda de la Iglesia ante un fallecimiento. «Es útil que un miembro de la familia o un amigo contacte a la parroquia cuando la persona está gravemente enferma», recomienda la publicación. «Esto hace posible proveer el consuelo y apoyo que el moribundo necesita a través de la Unción de los Enfermos, la Santa Comunión como Viático y las visitas pastorales». Este aviso permite que la parroquia acompañe a la familia y la ayude durante este «muy importante paso de la jornada».
La guía recuerda que «la Iglesia prefiere que el cuerpo del difunto esté presente en el funeral, y el entierro de los restos mortales es altamente recomendado». Sin embargo advierte que «la cremación es ahora permitida para los católicos», aunque solicita que sea preferiblemente realizada después de la Eucaristía funeral.
«Es de la mayor importancia que las cenizas sean enterradas de manera oportuna, y no sean dejadas en la funeraria o mantenidas en la casa de un miembro de la familia o de un amigo», destaca el documento. «Los restos cremados no deben ser divididos, o mezclados con los restos de otra persona, o esparcidos sobre la tierra o el agua. Si las cenizas van a ser enterradas en el mar, deben ser colocadas en el agua dentro de la urna, no esparcidas sobre el agua».
Otras recomendaciones incluyen la necesidad de que la Eucaristía sea celebrada en el templo, que algunos miembros de la parroquia asistan a los familiares en los preparativos del funeral y la comunidad apoye el ministerio de consuelo durante el duelo.
Así es, recemos para pedir por su descanso eterno. Los elogios a esas alturas ya no sirven de mucho.