Panteones “resucitados”
“¡Que descanse eternamente!”, piden los sacerdotes delante de los difuntos durante los entierros. Pero no siempre se cumple. Los cementerios, auténticas ciudades de los muertos, no se libran de la ley del mercado, por lo que muchos nichos, panteones y mausoleos acaban revirtiendo a las empresas que gestionan los cementerios, si los muertos no tienen quien les sufrague su descanso. Y de eso tampoco se libran los más adinerados.
El cementerio más antiguo de Barcelona es el de Poblenou. Construido en 1819 conserva construcciones y esculturas neoclásicas (en el Departamento 2) realizadas por encargo de la burguesía barcelonesa de la segunda mitad del siglo XIX como signo de opulencia y prestigio social. Unos cincuenta de estos panteones, cuyos propietarios no han dado señales de vida desde hace años y han dejado de pagar las cuotas municipales, tendrán una segunda vida: La empresa Cementeris de Barcelona ha comenzado a rehabilitarlos y los pone a la venta de nuevo, vacíos, claro está, de sus anteriores inquilinos. En Montjuïc, donde los estilos mayoritarios de estos edificios funerarios patrimoniales son el modernista y noucentista, también existe un catálogo con otros cincuenta panteones históricos que están en venta.
Restaurados solo hay cinco, pero en tres meses tras su compra, todos ya podrían utilizarse, según explica Jordi Valmanà, director general de Cementeris de Barcelona. Todos los rehabilitados están en Poblenou. Son construcciones con nombre y apellidos. Uno de los más grandes que pueden comprarse hoy mismo, cuenta con un terreno de 55 metros cuadrados alrededor de una estructura funeraria con forma piramidal realizada en mármol de Carrara. Luce resplandeciente como cuando fue construido en 1861 por Josep Fontseré —el maestro de obras que construyó el Mercado del Born— y el escultor Fausto Beratta creó un pequeño sarcófago para la parte superior de la estructura.
Hace unos meses, su estado era de auténtica ruina, con las losetas de mármol del pavimento exterior y la baranda de hierro forjado destrozados y, en gran parte, desaparecidos. Los arquitectos Antoni Vilanova y Eduard Simó y la empresa Patrimoni 2.0 son los encargados de recuperar estos monumentos funerarios. “El cementerio es un Bien Cultural de Interés Local protegido con nivel D por el Ayuntamiento de Barcelona que sufre la degradación por los agentes atmosféricós, acelerados por su cercanía al mar”, según Vilanova.
Antes de intervenir en los panteones se ha recopilado la información sobre cada una de las obras: los arquitectos, los maestros de obras y los escultores, además de quiénes eran las familias que los mandaron construir, algo que siempre ayuda a entender su simbología. Para el arquitecto, la mayor complejidad de los trabajos es la que no se ve: “Hubo que adaptar los espacios interiores a la normativa actual”. Eso hizo que se redujeran los departamentos para albergar ataúdes y, sobre todo, aumentar la boca de acceso de las sepulturas. “Los difuntos del siglo XIX eran más pequeños que los actuales”, explica Vilanova que asegura que los elementos originales se han respetado al máximo gracias al trabajo de todo tipo de artesanos.
Entre otras cosas, para reutilizar las lápidas originales se han añadido en la base losas de mármol blanco de Macael para adaptarse a la nueva dimensión. También se ha tenido que eliminar parte de las verjas exteriores originales para permitir el acceso a los vehículos con los nuevos féretros.
Otro de los elementos con los que tendrán que lidiar los arquitectos en futuras intervenciones será el crecimiento descontrolado de la vegetación junto a algunos panteones. En origen plantas ornamentales, con el paso de los años han acabado siendo auténticos árboles cuyas raíces hacen peligrar los edificios mortuorios, como le ocurre a la construcción medievalista construida en 1876 por Francesc de Paula Villar en uno de los extremos de este camposanto.
Para Valmanà, tanto los recintos de Poblenou como el de Montjuïc son dos “museos al aire libre, con panteones de alto valor artístico”. El problema, asegura, es que: “Al ser los panteones propiedad privada, con concesiones de 50 y 99 años, solo se puede actuar con el consentimiento de sus dueños o esperar a que reviertan”. Según Valmañà, el precio de venta de estos panteones resucitados oscila entre los 30.000 y los 100.000 euros.
Hasta ahora, solo se ha vendido uno de los cinco restaurados. “El mercado es limitado”, asegura consciente de que no todo el mundo puede disponer de esas cantidades para darse el gusto de enterrarse en un lugar histórico y patrimonial. La empresa de Valmañà también facilita a los propietarios los profesionales para que lleven a cabo las labores de restauración de sus monumentos “sin añadir ningún coste”, puntualiza.