Donar el cadáver a la ciencia es un acto regulado con normativas de rango estatal o autonómicas
La donación de cadáveres para la enseñanza e investigación científica es un acto altruista, necesario y regulado en normativas de rango estatal y en ocasiones autonómico, que además se plasman en protocolos propios de conservación y control en muchas de las universidades con facultades de Medicina.
Las universidades reciben cientos de restos mortales cada año que por norma general, tras un tratamiento de conservación, se mantienen a baja temperatura, permanecen identificados en todo momento y finalmente, tras su empleo educativo, son inhumados o incinerados en funerarias y, en su caso, devueltos a las familias. Por ello, el panorama que dibujan los responsables de las universidades es muy diferente a las imágenes de cadáveres hacinados en la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid y que han motivado la apertura de un expediente informativo interno. De hecho, la Universidad Autónoma de Madrid asegura este caso es «muy puntual» y deriva de que la Complutense, más antigua que las demás, cuenta con horno crematorio propio.
En Asturias, tras unas reformas acometidas hace años, veinte de los cien cadáveres que almacena el departamento de Anatomía de la facultad de Medicina se conservan en cámaras de congelación y el resto en formol; la propia facultad inspecciona las condiciones de almacenamiento de los restos y ha cerrado temporalmente la lista de donaciones porque hay un millar de personas que han cedido en vida.
También la universidad es responsable de la conservación y cada facultad actúa con un protocolo propio en función de sus criterios y posibilidades en la Comunidad Valenciana, donde no existe legislación autonómica ni controles o inspecciones externas. La Universidad de Valencia apunta que recibe unas 40 donaciones anuales y actualmente almacena medio centenar de cadáveres que, tras su empleo, son enterrados o incinerados.
Entre 120 y 150 personas ofrecen cada año su cuerpo en Aragón para la ciencia, pero muchos menos llegan a cubrir el proceso, puesto que se rechazan los muertos por accidente, enfermedad contagiosa o en una operación: en 2012 hubo quince donaciones, el pasado año cuatro y en lo que va de año, dos.
Las facultades de Albacete y Ciudad Real embalsaman los cuerpos y los mantienen en cámaras con temperaturas de entre 4 y -20 grados dotadas con sistema de alarma de corte eléctrico, climatización y sondas de protección de formol; tras su conservación al menos durante dos años, se entierran o incinerar y son devueltos a las familias si así lo desean.
La facultad de Medicina de Zaragoza, que tiene capacidad para almacenar treinta cuerpos, mantiene los restos embalsamados, identificados y controlados y a los cuatro años envía los cadáveres para su incineración y depósito en un panteón específico donado por el Ayuntamiento de Zaragoza al que los familiares pueden acudir.
En Navarra, que no cuenta con legislación propia ni controles específicos y sigue la legislación estatal, la facultad de Medicina solo acepta donaciones cuya petición fue formalizada en vida por el donante y almacena los cuerpos durante dos cursos, generalmente, tras lo cual envía los restos al cementerio de Pamplona.
La facultad de Medicina de Valladolid, que tiene una sala de disección que renueva el aire de forma constante, se ofrece a mostrar ante las cámaras el «correctísimo» mantenimiento de los cuerpos -recibió 20 en 2013-, que se conservan entre medio año y año y medio y posteriormente se entierran en una fosa común en el cementerio municipal.
En Sevilla, unas instalaciones casi recién estrenadas, según destaca la universidad, albergan treinta cadáveres «muy bien conservados», que a los dos años de permanencia en esas instalaciones son incinerados.
En Tenerife, la Universidad de La Laguna tiene un sistema de control interno y capacidad para almacenar 70 cuerpos -30 en un depósito de formol y, el resto, en dos cámaras frigoríficas, congelados entre los 5 grados y los 25 bajo cero-, que una vez utilizados ordena incinerar lo antes posible.
En Galicia ya no escasean como ocurría hace décadas las donaciones en la facultad de Medicina de Santiago, que detalla que tras su uso científico los cadáveres se incineran de forma individual e identificados con los datos de la persona.
La conservación en formol o en cámaras frigoríficas marca también el protocolo en Murcia, que tiene una norma autonómica que asigna la responsabilidad de inspección a las universidades en las donaciones de cadáveres y donde la facultad de Medicina incinera los restos mortales tras un uso de unos «pocos días», según un portavoz.
En La Rioja, que no tiene facultad de Medicina propia, la Unidad de Coordinación de Trasplantes informa sobre a facultades de otras regiones sobre ofrecimientos de donantes, según explica a Efe la Consejería de Salud.
Muchas de las universidades indican que, con la crisis, han notado un repunte en las donaciones altruistas -por el ahorro que la donación supone para los familiares-, aunque desde otras apuntan a los buenos resultados de las campañas de concienciación.
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Lo que pasa que hay demasiados cuerpos