Este municipio alberga el único cementerio subterráneo de Galicia
La cultura funeraria de Galicia es una de las más ricas del país y su geografía está llena de camposantos antiguos, modernos e incluso históricos. Sin embargo, hay uno que destaca por su singularidad. El cementerio de San Breixo de Arcos de Furcos de San Breixo (Cuntis, Pontevedra) es el único cementerio gallego subterráneo.
En las catacumbas del patio trasero de la capilla de San Breixo descansan para toda la eternidad los cuerpos de más de un centenar de cuntienses, que reciben las visitas de sus seres queridos a cuatro metros de profundidad.
El origen de este insólito camposanto podría dar pie a fantásticas historias, a leyendas de fantasmas o pesadillas con muertos vivientes. Sin embargo, existe una razón muy sencilla por la que se decidió construir un cementerio bajo tierra. Para conocer la motivación de los vecinos a afrontar semejante obra hay que retroceder en el tiempo hasta el año 1947, en plena posguerra. Las reducidas dimensiones de la parcela trasera de la parroquia que servía de camposanto se quedaba pequeña para dar cobijo a los finados vecinos de una aldea que contaba con más del doble de la población actual. Ante este problema, decidieron ampliar el cementerio excavando.
Las obras supusieron un gran sacrificio para los vecinos de una parroquia pobre, que invirtieron todos sus ahorros en el descanso eterno de sus seres queridos. Más de cinco años de trabajo diario de los obreros de una constructora local, con la inestimable ayuda de los vecinos, picando piedra y retirando toneladas y toneladas de tierra para hacer hueco a 60 panteones con un total de 245 nichos. Además, hubo que hacer un esfuerzo extra para trasladar el granito con el que se construyeron paredes, suelo y techo de estas catacumbas desde la cantera de una parroquia vecina.
En la plaza trasera de la iglesia también hay tumbas, las de aquellos vecinos que tuvieron el honor de estrenar este cementerio a comienzos del siglo XX. También son peculiares estos nichos, pues cuentan con tres niveles excavados en el subsuelo y a los que se accede levantando la losa de granito que sella la tumba.
A lo largo de los más de sesenta años de historia de estas galerías fue necesario realizar varias obras de mantenimiento. Las primeras reformas corrieron a cargo de los vecinos, que sufragaron la sustitución del suelo o la instalación de pequeños ventanucos en el techo de la galería por los que entra la luz solar. No obstante, fue la última reforma la que está provocando problemas a los vecinos, ya que para arreglar las filtraciones de agua de la lluvia al interior de las catacumbas, se impermeabilizó el patio trasero. Ahora, cuando llueve la plaza se convierte en una enorme bañera que llega a impedir el acceso a algunos nichos.
«Este es un sitio muy tranquilo, yo no tengo miedo» declara Maruxa Touceda, que se encarga de limpiar a diario este lugar, aunque quien más la molesta son los murciélagos que intentan acampar en las galerías. «Este es un sitio muy tranquilo, yo no tengo miedo. Muchas veces vengo de noche y no pasa nada» Publicado en La Voz
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