Los psicólogos coinciden: “Con los niños hay que usar la palabra muerte y decirles que es algo irreversible”
Recurrir a eufemismos a la hora de anunciar la muerte de un ser querido a un niño es un mecanismo al que muchos padres recurren con la intención de minimizar el impacto que esta pérdida pueda tener en los pequeños sin saber que, a la larga, es mayor el daño que el beneficio que produce en ellos.
Así lo ha asegurado a Efe el psicólogo experto en duelos Manuel Nevado. «Los niños tienen una tremenda fantasía y si un niño no percibe la realidad tal cual es, va a tender a fantasear y las fantasías suelen ser mucho peor que la realidad», afirma.
Al dolor ante la muerte de un ser querido, a muchas personas se les une también el «trago» de tener que explicar a un niño pequeño que su abuelo -cuando no su madre o su padre- ha muerto, y el temor a ver sufrir a una criatura hace cometer errores y recurrir a eufemismos como decir que la persona fallecida está de viaje o que ha subido al cielo.
Los psicólogos infantiles coinciden en que esto es un error.
Hay que usar la palabra muerte y trasladar a los niños que es algo irreversible, así como explicarles que ellos no han tenido nada que ver en lo ocurrido y hacerles sentir seguros, sobretodo cuando pierden a uno de sus progenitores, puesto que uno de los principales sentimientos que tendrán será el de abandono.
Nevado, vicepresidente de Psicólogos sin Fronteras y psicólogo en Ahora Centros, señala que hay dos franjas de edades a tener en cuenta a la hora de hablar de la muerte; entre los 3 y los 5 años y entre los 6 y los 10.
En la primera, la forma ideal de comunicarlo es hablarles de manera suave, en un momento de gran tranquilidad, y ayudarles a poner nombre a sus emociones, incluso que te señalen las partes del cuerpo que le duelen. Dejarles expresarse y hacerles ver que es normal sentirse mal en ese momento.
A partir de los 6 años los niños entienden lo que es la muerte, pero no llegan a saber lo que les puede suponer para el resto de su vida, por eso, si la muerte se debe a una enfermedad hay que remitirles a cómo ha ido empeorando el estado de la persona que ha fallecido, recordarles que ha estado en el hospital, etc.
En el caso de las muertes traumáticas, como los accidentes de tráfico, es más complicado, pero Nevado insiste en que no es conveniente dosificar la información, sino decírselo desde el primer momento. Para el psicólogo infantil experto en duelos y director de ‘apertuspsicólogos’, José González , los eufemismos y maquillajes hacen que para el niño sea mucho más difícil entender la muerte.
«Independientemente de sus creencias religiosas, el niño lo que tiene que entender es que el cuerpo deja de funcionar y que es irreversible y universal», subraya. Nevado recomienda acudir a ejemplos que los niños hayan experimentado con anterioridad, como la muerte de una mascota, o ejemplos que hayan visto en películas o cuentos y dejarles claro que la persona fallecida «seguirá estando en nuestro corazón, pero que no vamos a poder verle más porque ya no va a estar aquí».
Ambos psicólogos recomiendan también que los pequeños participen en los rituales de despedida, que acudan al tanatorio, al entierro, al funeral… situaciones que les servirán «de anclaje a la realidad» y le ayudarán a entender mejor la muerte.
González señala que incluso se les debe dar la opción de visitar a la persona enferma en el hospital anticipándoles -como cuando se les lleve al tanatorio- qué es lo que se van a encontrar, pero dejándoles a ellos la opción de elegir si quieren ver al ser querido enfermo, de manera que cuando esta persona fallezca, les será más fácil comprenderlo.
«Esa experiencia nos va a servir para que cuando el niño pregunte por la persona fallecida podamos remitirle al día que estuvo en el hospital, el tanatorio, en la iglesia, etc» y explicarle que todo eso se hizo porque la persona por la que pregunta murió.
Una vez notificada la muerte, González advierte de que la reacción de los pequeños puede ser de negación, enfado hacia la persona fallecida porque se sienten abandonados e incluso de culpa, así como experimentar conductas regresivas como volver a chuparse el dedo o hacerse pis en la cama.
Nevado, por su parte, comenta que la ira, enfado o agresividad hacia la persona que le comunica la muerte del ser querido es también una conducta frecuente entre los niños. Todas estas reacciones son frecuentes en los primeros momentos, pero si se alargan en el tiempo es conveniente acudir a especialistas, coinciden.
Es esencial respetar el duelo de los niños, escuchar sus preguntas y explicarles lo que ha sucedido.