Los nuevos cementerios
AHORA o nunca. Para eso ha finalizado el mes de noviembre, que es el mes de las Ánimas Benditas y los Fieles Difuntos. Vivimos en una sociedad a la que le da vergüenza hablar de la muerte. Ya lo sé, señora, es porque hay demasiados ateos. Lo de morirse se ha convertido en un tabú, algo que se obvia, o se trata como si no existiera. Cuando, antes o después, nos tocará a todos, porque forma parte del ciclo ineludible del ser humano. Y, al margen de las creencias religiosas de cada cual, la muerte ha tenido un lugar destacado y solemne en todas las civilizaciones. Menos aquí y ahora. Con lo majestuoso que es un Requiem de Mozart como Dios manda.
En Cádiz ya se sabe lo que pasa. El cementerio de San José se ha quedado en el limbo, pendiente de la memoria histórica y otros problemas familiares. Con todos los respetos, los proyectos que esbozó el anterior Ayuntamiento para el cementerio siempre me parecieron para gente que no ha nacido en Cádiz. Puede que las generaciones futuras tengan otra mentalidad. Pero conozco a muchos que nunca llevarían a sus hijos, o a sus nietos, a columpiarse en ese parque.
Tenemos un cementerio mancomunado en Chiclana, que da gloria verlo. Sin embargo, allí cada vez se entierra menos gente, aunque prestan todos los servicios. Tras las elecciones, ha resultado que Martín Vila, el de IU, como por arte de magia, se ha convertido en el presidente de la sociedad del cementerio. Supongo que habrá sido por la parte de la memoria histórica, pero le han tocado a su cargo los Fieles Difuntos, en general, no sólo los republicanos.
Desde hace tiempo se pusieron de moda las cenizas. Renuncio a entrar en detalles escabrosos. No obstante, hay que reconocer que las cenizas han tenido su parte buena. Y es que ahora se pueden enterrar en un columbario, como el de San Francisco, que ha sido pionero en Cádiz. Ya nadie dirá que los muertos no se pueden quedar para los restos en Cádiz. ¡Pues claro que te puedes quedar! Y divinamente. Dentro de pocos años, supongo que habrá un columbario en cada iglesia, con lo que se volverá a lo mismo de otros siglos. Son los nuevos cementerios.
Es una pena que en los entierros se esté perdiendo la solemnidad. Yo he dado órdenes para que nunca me dediquen una misa de corpore insepulto en la capilla de un tanatorio, que se parecen a salas multiusos de congresos. Algunos obispos y arzobispos, como el de Sevilla, han establecido que estos funerales se trasladen a las parroquias o templos afines a los difuntos. Yo también lo aconsejo, aunque sin prisas.
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