El “minimuseo arqueológico” del Metro de Ópera
Es un «rincón secreto» y un gran desconocido para el público. Está en el subsuelo, a nueve metros bajo tierra, en la estación de Metro de Ópera situada en la plaza de Isabel II, donde se ubica el Teatro Real. Se trata de un «minimuseo» que fue descubierto por casualidad durante las obras de remodelación de la estación de Metro de Ópera de Madrid.
El tesoro oculto, uno de los yacimientos más importantes de la capital, apareció sin ser buscado medio año después de iniciarse los trabajos en 2009: la enorme Fuente de los Caños del Peral (s. XIII), la primera monumental de la capital; el Acueducto de Amaniel, de cuatro metros de altura (s. XV), que regaba la huerta y los jardines del Palacio Real y una alcantarilla de ladrillo (s. XVII), que canalizaba el agua que regresaba al venero. Y todo, debajo del Teatro Real.
Todo ello se puede visitar por el público que lo desee en la segunda planta de la estación. Ocupa una superficie de 200 metros cuadrados. Ahí se exhiben los tres elementos que se encuentran en excelente estado de conservación.
La Fuente de los Caños del Peral tiene 36 metros de longitud. Fue ideada por el primer arquitecto del Monasterio de El Escorial, Juan Bautista de Toledo. Aunque su origen es del s.XIII no se monumentalizó hasta el XVII y dejó de funcionar a principios del XIX.
Su misión no era otra que abastecer a la población madrileña a través de la distribución realizada por los «aguadores», uno de los gremios más importantes de la villa, organizados en aguadores de cuba, de borriquillo, de cántaros y vaso. Entonces solo tenían agua corriente los hospitales, los conventos y el Palacio Real. El resto de los madrileños se nutría del agua que manaba de estas fuentes.
Por su parte, el acueducto, que apareció junto al vestíbulo de la línea 2, era el encargado de recoger el líquido elemento de la Cuesta de Santo Domingo para llevarlo a la fuente. Era utilizado como lavadero y el agua sobrante servía para regar la huerta y los jardines del Palacio Real. Tiene cuatro metros de altura y está construido en ladrillo.
Por último, la vía de agua o alcantarilla, de sillares de granito, estuvo en servicio desde el reinado de Felipe II hasta el nacimiento del Canal de Isabel II. Su labor no era otra que canalizar el agua que volvía de la fuente. Los restos de estas piezas se completan con una sala de audiovisuales en donde se puede conocer a fondo la historia de los restos.
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