Un oficio más allá de la muerte
No hay crimen perfecto. O eso cree el forense José Caba, director del Instituto de Medicina Legal en Málaga. Por sus manos han pasado, posiblemente, miles de cadáveres. La complejidad de los casos estriba en el grado de perfeccionamiento del homicidio y en la identificación del cuerpo, que a veces se ha logrado a partir del hallazgo de un simple tornillo o una placa quirúrgica. «Una vez identifiqué a un hombre que mataron entre Fuengirola y Marbella. Lo metieron debajo de una autovía y después le prendieron fuego. Los huesos se habían resquebrajado, pero los hospitales tienen un registro con todas las placas que se colocan», explica.
También este elemento sirvió de pista para reconocer a un buzo que sufrió un accidente con una moto acuática cargada de droga. Cruzaba de Algeciras a Ceuta. El cuerpo apareció en Málaga 15 días después. «Aquí no hay caso fácil o difícil. Todos te quitan el sueño. Sabes cuando empiezas, pero no cuando acabas. Hemos llegado a comenzar a las 8 de la mañana, parar a las 4 de la tarde y seguir después. Una vez buscamos durante 24 horas un proyectil», afirma.
Entre las autopsias más recientes que ha practicado, Caba recuerda la de un menor de 9 años que falleció en Estepona de muerte súbita. Un estudio patológico determinó que el niño sufría una miocardiopatía hipertrófica que podía ser de carácter hereditario. Los médicos informaron a la familia de la importancia de que la madre, si estaba embarazada, se sometiera a las pruebas pertinentes. «Una autopsia puede salvar vidas», añade José Castillo, secretario del instituto, que tiene sede central en la Ciudad de la Justicia y otra comarcal en Marbella.
El trabajo de los forenses permite ayudar a resolver un asesinato, pero no siempre se consigue. La necropsia es complementaria a la investigación policial y, por ende, no siempre determinante. El análisis previo del escenario del crimen es básico para determinar, por ejemplo, si el responsable ha intentado ocultar la sangre. «Han llegado a lavar un cadáver. En Fuengirola, un hombre mató a la mujer. La metió en la bañera y la descuartizó. Después echó los restos a una chimenea y le echó agua fuerte. Enmoquetó el suelo perfectamente. Entre las baldosas, había sangre», recuerda el director.
Fijar la hora exacta del fallecimiento se erige en una de las cuestiones más difíciles. «A partir de una herida podemos saber el tamaño del arma blanca con el que se ha hecho o, si ha sido un proyectil, conocer la distancia a la que el agresor estaba de la víctima, pero en Medicina no hay nada exacto», sostiene Caba, que en otra ocasión detectó que habían ahorcado a un fallecido para simular un suicidio.
Málaga es la provincia andaluza en la que se realiza el mayor número de autopsias, en gran medida por la población flotante. El 60% de ellas se llevan a cabo por indicios de muerte violenta. Hasta mediados de diciembre se hicieron en total 946, unas 70 más que en el ejercicio anterior, lo que responde al aumento de suicidios y homicidios. También influyen los casos de foráneos sin documentación. En 2015, los forenses certificaron 58 cadáveres por fallecimiento natural, a los que no hubo que practicarles la autopsia. Cada año se producen 1.000 levantamientos.
Los investigadores han localizado a ancianos que llevaban 15 días muertos o incluso un año. Suelen ser extranjeros que viven solos. El instituto cuenta para estos casos con una sala de putrefacción e infecciosos. También dispone de una cámara con una capacidad superior para cadáveres más gruesos o casos en que ocurra una catástrofe. Otro espacio está destinado a las prácticas de alumnos.
Más allá de los exámenes post-mortem, el Instituto de Medicina Legal ofrece otra amplia variedad de servicios, que permiten valorar las lesiones ocasionadas en accidentes de tráfico, agresiones o como consecuencia de malas praxis médicas. «El mayor número de actuaciones se realiza con vivos y no con muertos. La imagen que tenemos no se ajusta a la realidad», señala el secretario del centro. En la provincia, 31 forenses atienden las investigaciones. A veces resultan insuficientes. Cinco de ellos permanecen siempre de guardia.
El servicio de Patología tiene encomendada la labor de practicar autopsias en supuestos de muerte violenta o sospechosa de criminalidad. Asimismo, se encarga de la custodia de los cadáveres y su identificación, además de estudiar las presuntas malas praxis médicas, cuyas querellas se han incrementado. El laboratorio, por su parte, está destinado a realizar muestras determinadas por juzgados y tribunales, mientras que en Psiquiatría, de reciente creación, se coordina la Unidad de Valoración Integral contra la Violencia de Género, formada por forenses y un equipo psicosocial de psicólogos y trabajadores sociales, que valoran los casos de violencia física, psíquica o sexual y la peligrosidad objetiva del presunto agresor. En 2014, se reconocieron a unas 600 mujeres, 500 hombres y cerca de 200 menores.
Un oficio más allá de la muerte: No hay crimen perfecto. O eso cree el forense José Caba, director del Instituto… https://t.co/v8u7Cnspyx
Compartimos el artículo. Saludos