Jesús García Herrero: «El tema de la muerte hoy es marginal, no se quiere abordar»
Jesús García Herrero es sacerdote de Madrid y desde hace bastantes años capellán de la M-30, del Tanatorio de la M-30. Es uno de los autores de la colección “Obras de Misericordia” (Publicaciones Claretianas), «Enterrar a los muertos«, y nos explica una pastoral, la del acompañamiento de los fallecidos y especialmente de sus seres queridos, tan desconocida y dura como apasionante.
Jesús es un experto en una de las pastorales más complicadas, la de acompañar a aquellos que acaban de perder a un ser querido. Momentos difíciles en los que hay que saber estar y acompañar. Y es el autor de uno de los pequeños catorce volúmenes que integran «Las Obras de Misericordia» que ha publicado Publicaciones Claretianas. «Enterrar a los muertos», que es una de las obras probablemente más desconocidas.
¿Qué supone esta obra de misericordia en la práctica?
Primero tener conciencia de que el tema de la muerte, hoy en día es muy marginal. No se quiere tocar. Y se obvia cuando el enfermo se va acercando a los límites finales, pero se disimula. El enfermo tampoco tiene libertad de expresarse. Pero llega la muerte y supone un parón, un desgarro. Nos quedamos sin palabras ante ella. Uno de los momentos importantes después de la muerte es la estancia en el tanatorio, que hoy es lo habitual. Y allí van amigos, seres queridos y el problema es qué decir.
Claro, porque no son tus parroquianos, no los conoces realmente.
Por una parte lo que hago es hacerme presente de manera sencilla y ofrecer una oración de despedida para el ser querido. Y si no hay oposición, actúo. Porque a veces, aunque teóricamente han pedido la atención religiosa, en la práctica, al que está en la sala del tanatorio no le va. Y una actitud de base es confiar en la gente.
¿Cómo se hace?
A veces entras y aparentemente ves un clima frío. Hay salas en las que enseguida percibes que son muy religiosos, otras ves que para ellos es un compromiso. Entonces yo confío en la gente y me sitúo delante del difunto, como en círculo, y pido a la gente que se acerque. Hay un primer problema, la resistencia a ver el cadáver del difunto. La gente tiende a situarse alejada.
Quieren acompañar a los que están vivos, pero no tanto al que ya no está.
Creo que es fundamental que el cadáver sea el centro de la despedida religiosa. Me dirijo a él, al difunto y a los familiares. Trato de establecer un diálogo que muchas veces ellos tienen pero no saben cómo formularlo. El desafío que yo vivo es cómo establecer una relación entre el difunto y sus familiares y que exprese lo que ellos están sintiendo.
¿Ellos participan?
En principio sólo participan en el padrenuestro y en el avemaría, que por cierto y en general todavía la gente, hoy, reza estas dos oraciones. Y lo demás que hago yo es un itinerario.
La primera pregunta es: ¿qué va a ser de él?. Mi respuesta es un poema que dice así:
Te vas, como un silencio de amigo
que se toca con manos muy suaves.
Te vas, como una lágrima de agua clara
que se desliza lentamente por un pétalo de flor.
Te vas, como una mariposa dorada
que traspasa las estrellas
buscando la luz del sol.
Y una segunda cuestión, después de abrir este horizonte. Dirijo estas palabras del profeta Isaías al difunto. Porque el que parte, parte solo:
«No temas, yo estoy contigo.
No te inquietes, yo soy tu Dios,
te llevo tatuado en las palmas de mis manos.
Así sabrás que yo soy tu Señor
y no defraudo a los que esperan en mí.»
Va acompañado. Pero y el destino, ¿hacia dónde va?. Entonces leo el texto de Juan de la despedida de Jesús:
«No tengáis miedo..
Me gusta mucha mucho el final, no lo recordaba: «Queridos míos, seguid viviendo»
Sí, con ese texto de Juan, aparece el destino. La casa familiar que Dios nos tiene preparada. Donde hay reencuentro con los seres queridos y nos reencontraremos todos. Evoco cómo la casa familiar es muy importante en las experiencias humanas. El hijo dice me voy a casa, cuando va a la casa de los padres, su casa familiar. Cuando falta la casa familiar es más difícil mantener la relación de los diversos miembros de la familia.
También dice Jesús, «No tengáis miedo, yo sigo con vosotros, tened paz». Este mensaje de paz es muy importante, porque a veces en estos momentos quedan dudas de pensar si lo habremos hecho bien, si le hemos tratado bien, si habremos sidos duros. Y lo que queda con estas palabras es paz.
¿Se rebelan los que han perdido a alguien y piensan que es injusto?
Hay un caso muy significativo: entro en una sala y el difunto es un joven de treinta y tantos años. Están algunos familiares y los padres. Los padres son gente muy sencilla. Y el padre en cuanto me ve a mí, empieza a gritar: «¿A qué viene usted aquí? ¡Márchese! ¿Quién me ha quitado a mi hijo?» Yo me quedé tranquilo, no dije nada. Pero a la vez percibía que la madre necesitaba mucho que yo despidiese a su hijo, porque decía: «No le haga caso, se ha vuelto loco. Mi hijo era muy bueno». Entonces esperé un poquito, algunos de los familiares le retiraron un poco de la sala, y con la madre y con otros recé la despedida. Y percibí la gratitud inmensa de la madre.
Uno tiene que ser un poco psicólogo cuando te dedicas a este tipo de pastoral.
Se ve que ya la vida da a uno mucho sentido. Otra anécdota en esta línea, que es curiosa: entro en una sala y sólo está un chico. El hijo de la difunta. Y le pregunto ¿Vengo más tarde?, porque vendrá más familia. Me respondió: Vendrá más familia pero no le vamos a necesitar a usted. Entonces me atreví a decirle: ¿me permites que yo despida a tu madre? Dice: sí.
Se quedó conmigo, hice la despedida a su madre y terminó llorando como una magdalena. Porque lo que escuchaba era que se despedía a su madre, con palabras que él tiene dentro pero sabe cómo formular. Es un tema complejo, hay que poner confianza en la gente. Confianza en que lo que aportamos es valioso. Yo creo que es un tesoro para esas situaciones.
La esperanza de vida.
Y aportar un sentido también. Recuerdo a otro chico cuya mujer había muerto con treinta y cinco años. Me dijo: «Ahora ya sé lo que va a suceder con mi mujer». Después de hacer yo todo ese itinerario. Muchas veces me piden los textos.
Es muy necesario despedirse, estoy recordando el caso de Marta del Castillo. El caso de las personas que no han podido enterrar a sus muertos. Supongo que incluso aún tienen esperanza, porque físicamente aún no los han visto muertos, de que igual aparece cualquier día, aunque saben que es casi imposible. Esa necesidad de despedirte está presente en el ADN del ser humano, supongo.
Sí.
Tienes un libro, aparte del que hemos comentado, «Celebraciones en torno a los difuntos», en el que hablas de distintos casos de despedidas. Porque las circunstancias de la muerte son muy distintas.
Todo eso marca la situación de despedida de más paz o más dramatismo. Cuando me entregan la lista ya veo la edad de las personas. Es una primera pista. No es lo mismo un niño de cuatro meses que un chico de veinte años, que una abuela de cien años.
O alguien que muere de forma natural o alguien que se suicida.
Tengo material diverso preparado para adaptarme y tener una lectura que sirva a los familiares. En el caso de niños, tengo un pequeño cuento. Con esos recursos ellos encuentran un sentido. El cuento es un cuento fang que dice: «Ya sé, hijos míos, dónde van los niños que se nos mueren. Van a la estrella de la mañana y desde allí nos miran y nos ven, y por eso se pone tan brillante». Y para la madre utilizo la imagen del parto. Y como ahora está llamada a un segundo parto más difícil y más complejo.
El dejarle salir a la otra vida.
Intento trasmitir imágenes que den un sentido a la muerte
¿Qué pasa en el caso de un suicida?
Es más dramático. Recuerdo el caso de un chico que se suicida en un isla y la madre dice: le espero en el tanatorio. Después de quince días aparece y se lo mandan en avión directamente al tanatorio. Allí habrá una pequeña despedida y lo incineran. ¿Cómo acompañar a esa familia? Lo primero que me llamó la atención fue la imagen de la madre abrazada al ataúd. No se separaba. Me evocaba un poco la imagen de la Virgen con su hijo muerto. Piensas: «no estás sola en esta situación». Te toca como a María, acompañar esta despedida tan dolorosa. Después, un texto bíblico que puede de alguna manera iluminar, es el hijo pródigo. Este hijo se había perdido en los vericuetos de la vida y es recogido en la casa por Dios Padre y es transformado. Y luego pasé un pequeño texto a la hermana para despedir al hermano, que dice algo así: «No hemos sabido entenderte. Nos has dejado hechos papilla, pero no te vamos a olvidar. Estamos contigo y te confiamos a Dios».
¿Hay algún tipo de seguimiento, como misas de recuerdo, o es más en las parroquias?
Es más en las parroquias. En el tanatorio es muy puntual. A veces vienen después para que dé yo la misa. Pero es más bien raro. Después de las visitas tenemos una eucaristía comunitaria. Para completar la despedida.
¿Cuánto tiempo llevas ejerciendo este ministerio?
Seis años.
¿Recuerdas la primera?
Sí, en la primera, un chico, al salir me dijo: «¿me deja esos textos?» Y to le dije: «¿te interesan?» Me contestó: «es lo que yo estoy sintiendo por mi padre».
Y ahí se te encendió la espita para ponerte a escribir.
De todas formas ya en la vida parroquial tenía muy cuidado todo este tema de los difuntos.
Claro, este libro es de 2001.
De la atención a los enfermos y de funerales, que es un momento clave para las familias. Un funeral, si te ha llegado al alma, no lo olvidas nunca.
Y por el contexto, porque además hay gente a la que hace mucho tiempo que no ves. Incluso se pueden solucionar problemas familiares de hace mucho tiempo. Reencuentros.
Y una clave es saber qué decir cuando no conoces al difunto por el que vas a hacer el funeral. Esto me lo comentan siempre los compañeros. Es complejo. Pero con la experiencia que tengo, si hablas de una madre que ha muerto, y hablas de su figura, cada uno de los que está allí se reconoce. Es decir que hay unas pautas profundas que son universales. Luego, si tienes datos más personales, mejor.
Recuerdo un abuelo. El funeral me lo había encargado el padre se su hija. Yo de la abuela no conocía nada. Y a la salida del funeral el abuelo dice: ¿qué le contaste al cura, cómo conocía a la abuela? Y otro al que me llamaron por amistad a un tanatorio, y en el camino pedí a mi amigo que me hablara un poco del difunto. Y cuando fui despidiéndome en el tanatorio con algunos rasgos que no me habían dado, el cuñado de él decía: «eso es verdad, lo que está diciendo». Y luego a ese amigo común le comentaba: «oye, qué fotografía más perfecta le has hecho al sacerdote». Quiere decir que hay unas cuestiones de base que son comunes.
El mensaje del Evangelio es universal.
Y que llega muy hondo. La experiencia que he ido teniendo es que si se pone en contacto el Evangelio con la vida salta la chispa. La luz.
¿Te has encontrado con compañeros sacerdotes que han afrontado esta pastoral por primera vez y han echado mano de tu libro o de ti? Porque estas ceremonias son momentos complicados para el sacerdote.
Sí, porque te implica de alguna manera.
¿Hay cantera en este ministerio?
No hay muchas vocaciones. A veces, gente que me ha conocido, porque he estado mucho tiempo en parroquia, me pregunta ¿y ahora dónde estás? Y cuando se lo digo se quedan admirados. Y los que me conocen a fondo me dicen: pues qué bien, cuánto bien puedes hacer allí. Y entre los compañeros , a veces creo que tenemos un defeco de fábrica. Pensamos, otro funeral, vaya un rollo. No lo tomamos en serio. Si lo tomamos en serio, no es un funeral más, es un un funeral de una persona muy concreta, y si sintonizamos con la familia, lo van a agradecer inmediatamente.
Un momento muy delicado.
A veces lo hacemos por protegernos, no le prestamos atención, y así sale, claro.
Es más importante de lo que parece. Hay muchas personas, culturalmente cristianas que sólo se acercan a la Iglesia en los grandes momentos.
Tenemos toda una tradición de testigos de cómo afrontar la muerte. Y un primer tema es encontrarle un sentido. En el folleto, en uno de los capitulillos pongo: «Dar un sentido a la vida, qué sentido tiene también la muerte». Santa Teresa la entendía como una liberación para poder pasar ese velo que la separaba de Dios. O los poetas. De Antonio Colinas tengo unos párrafos de cómo intuye él la muerte. Siempre queda algo de fuego debajo de las cenizas. Lo que hace Dios es reanimar ese fuego. Las imágenes son muy importantes. Si un enfermo que lo está pasando muy mal tiene frente a él la cruz, de alguna manera se siente identificado. No se ve solo en el sufrimiento. Tenemos un tesoro muy importante que aportar.
Jesús, gracias por estar aquí y mostrarnos este lado de la vida cristiana tan importante y que a veces dejamos muy de lado.
Los cristianos, cuando van a acompañar al tanatorio a un ser querido, tienen el desafío de poder decir algo. Porque allí nadie está preparado.
¿Hay personas que quieren intervenir?
Sí, y yo encantado. Pero si alguien tiene folletos de este estilo, puede saber cómo lo tiene que hacer. Yo he ido elaborando materiales para ello. He incluido uno para el entierro de cenizas, del que aún no hay ritual. Es práctico para las personas y para mis compañeros, claro.
Jesús García Herrero, “Enterrar los muertos” la séptima Obra de Misericordia, dentro de las Publicaciones Claretianas. También tenemos que recuperar «Celebraciones en torno a los difuntos», editado por BBC, y este folleto que pueden encontrar en el tanatorio de la M_30, «Despedida de un ser querido, en la vida y en la muerte somos del Señor «, no hay que olvidarlo. Esa capacidad de poder despedir a los nuestros y dar una palabra de Evangelio que no deja de ser una palabra de vida.
Un placer, muchas gracias.
A ti. Encantado de haberos acompañado.
Entrevista realizada por: Jesús Bastante
Jesús García Herrero: “El tema de la muerte hoy es marginal, no se quiere abordar” https://t.co/MNZWNBlbPz https://t.co/JtHqGyA8ky