Los guardianes del tanatorio
«¿Ha muerto alguien?» Con esa pregunta recibe una vecina a Andrés Melián, José Baute y Juan Rodríguez al verles sentados en uno de los bancos que hay enfrente del tanatorio. Ellos sonríen con cierto alivio; hoy no ha fallecido nadie.
Los tres forman parte de la comisión vecinal que se encarga de gestionar el tanatorio del marinero pueblo de San Andrés (Santa Cruz de Tenerife) desde hace once años. Una tarea altruista que comenzó casi de casualidad, pero que con el paso del tiempo se ha convertido en imprescindible.
Su labor arrancó hace algo más de una década, con el fallecimiento de tres vecinas el mismo día. El hecho generó un problema de espacio de tal calado -no cabían en el antiguo local donde se velaba a los fallecidos, junto a la iglesia- que hubo que buscar una alternativa urgente.
Con el nuevo tanatorio terminado, pero cerrado por diferentes cuestiones, los vecinos estaban decididos a romper la cerradura para hacer uso de él. Finalmente no hizo falta, pues tras una intervención municipal recibieron la llave y se pudo instalar allí el cortejo fúnebre. «Nunca más se volvió a cerrar», confirma Melián.
Con dinero de los vecinos se hicieron unas mejoras, entre ellas la cocina y la rampa de la entrada -se construyó un sábado ante la tardanza del ayuntamiento-, y el tanatorio comenzó a prestar servicio. Y con él la comisión.
«Intentamos que la familia tenga todas las comodidades en unos momentos difíciles», resumen los tres cuando se les pregunta por las razones que los motivan a seguir con su labor. «Y no tenemos sustitutos», comentan con cierta preocupación Juan y José.
En este caso, Andrés cede protagonismo a sus jubilados compañeros. «Ellos son los que hacen la labor importante», dice. «Se levantan a cualquier hora, desde que les avisan, abren el tanatorio y preparan todo», subraya. «Siempre han estado al pie de esto», remarca.
José, de 76 años, se encarga de que no falten suministros en la cocina, ayuda en la limpieza del local y colabora en la colocación de las sillas. Juan, de 80 años, por su parte, es el que coordina el cortejo fúnebre y lo dirige hasta su salida del pueblo, que se hace aún a hombros como en otros pueblos de la Isla.
La confianza en ellos es tal que cuando viene algún responsable nuevo de los servicios funerarios Juan y José son el punto referencia.
Y en tantos años de «servicio» sobra decir que tienen para contar más de una anécdota, aunque siempre lo hacen con total respeto. Una de las más llamativas, recuerdan, ocurrió cuando se confundió a una señora fallecida de La Gomera con una vecina del pueblo. «Hubo que llamar corriendo a la funeraria, que iba por la autopista del Sur, porque se llevaban a la vecina de aquí para allá».
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