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Actualizado: 22/11/2024
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El cementerio digital de los 300.000 nombres

El cementerio digital de los 300.000 nombres

Vía: Autor: Lucas de la Cal / El Mundo

Tomás tenía 61 años y manejaba con soltura todas las redes sociales con su Ipad, blog personal incluido. En su velatorio, su familia descubrió que poniendo su nombre y apellidos en Google, aparecía toda su vida digital, incluyendo varias multas y propiedades inmobiliarias. Lo recuerda Margarita, su sobrina, y la inquietud que todo aquello les generó. ¿Cómo enterrar también la presencia digital del tío Tomás? ¿Dónde?

La respuesta a sus oraciones les condujo a un búnker a tres kilómetros del aeropuerto madrileño de Barajas. Dentro del edificio, la sensación es de pulcritud electrónica. Es como estar en las entrañas de un ordenador gigante. Hay cables enredados de colores y un generador del tamaño de una casa que mantendría la vida artificial aquí dentro si hubiese alguna catástrofe. Es el primer gran cementerio digital de España. En él, la empresa Iconfidencial, creada hace tres años por Leticia Lauffer, ex directiva del Banco Santander, y Jesús Pérez, antiguo empleado de una agencia de seguros, ya ha enterrado a 600 difuntos como el tío Tomás.

«El caso más fuerte que hemos tenido es el de una señora que nos contrató para sepultar toda la información que aparecía en Google sobre su hija fallecida. Estuvo desaparecida unas semanas, su foto salió en varios medios y cuando la encontraron muerta, todas las noticias seguían en internet al teclear su nombre. Eso le rompía el alma. Tardamos dos semanas en borrar todo», cuenta Leticia.

Las paredes de la recepción son de color verde pistacho. Nos hacen registrarnos y firmar un contrato de confidencialidad. Tienen que pedir permiso a su centro en Londres para que nos dejen pasar. La seguridad es primordial en este búnker. Además de cementerio, es el mayor centro de proceso de datos que hay en España, gestionado por el proveedor Global Switch. Allí, en sus 21.000 metros cuadrados de edificio, la empresa Iconfidencial guarda en sus cajas fuertes digitales la información de más de 300.000 clientes españoles, tanto difuntos como vivos, que han contratado con ellos el almacenaje de su información digital más sensible. También pueden hacer desaparecer su rastro en internet.

«Esta semana, al aparecer en los medios el tema de los papeles de Panamá, nos ha llamado un empresario español que tuvo hace siete años una empresa offshore en ese país. Dice que poniendo su nombre con comillas en Google todavía sale como administrador. Nos ha ofrecido mucho dinero para que le borremos todos sus datos». Leticia nos cuenta que ha tenido muchos clientes relacionados con empresas en paraísos fiscales que han solicitado sus servicios para eliminar en internet su vinculación con estas compañías.

Pero en España los contenidos que se quieran borrar nunca deben colisionar con el interés informativo. Si, por ejemplo, eres un personaje público y has formado parte de algún escándalo mediático, el derecho a la información siempre prevalece. En cambio, si nos vamos a Francia, acaban de aprobar en el Parlamento una ley sobre el «derecho a una muerte digital». Cada usuario podrá decidir qué hacer con sus datos personales que aparecen en internet después de fallecer. «Es lo que hacemos también nosotros, gestionar la herencia digital. Nuestro cliente puede dejar un mandato para que su huella digital, por ejemplo sus cuentas en redes sociales, se elimine el día que fallezca», explica Leticia.

En el minuto que he tardado en escribir el párrafo anterior ya han muerto tres usuarios de Facebook. Dentro de 82 años, según un estudio de la Universidad de Massachusetts, habrá más usuarios muertos que vivos en esta red social. ¿Alguna vez se ha parado a pensar qué pasa cuando fallecemos con nuestros perfiles de Facebook, Twitter, Instagram, Linkedin, su blog, su web, sus vídeos, incluso cuentas bancarias? ¿Qué será de nuestro patrimonio digital?

Cada vez hay más empresas que tratan, borran y distribuyen toda nuestra información en la red. Iconfidencial es una de ellas. Aparte de dar sepelios digitales para los difuntos, ofrece la aplicación Bajo Llave, con la que los vivos que la contraten pueden guardar en una caja fuerte electrónica, dentro del propio «cementerio» digital, su presente y pasado en la red. Y todo bajo un cifrado como el que Whatsapp ha implantado esta semana. «El sistema que nosotros utilizamos es el mismo. Sólo pueden descifrar el mensaje el emisor y el destinatario», nos detalla Leticia.

La familia del tío Tomás pagó 500 euros por el «entierro digital». La empresa, además de borrar su rastro, dio a la familia del fallecido un pen drive. «Recogieron todas las fotos, vídeos y frases que compartía Tomás en las redes, e hicieron un montaje con la música que escuchaba en Youtube. Le incineramos en Cádiz y en la comida pusimos el vídeo y toda la familia se emocionó».

Su sobrina, Margarita, aprovechó y se hizo por 70 euros al año con los servicios de la aplicación Bajo Llave para guardar los documentos importantes que tenía en un cajón de su casa. «En el búnker digital guardo con una clave de seguridad la escritura y la hipoteca de mi casa, el seguro de vida, el contrato laboral, todas mis cuentas en redes sociales y hasta las fotos de mi boda. Si me pasa algo, la información sobre mí que aparece en internet se elimina automáticamente. El resto es mi testamento cifrado, al que sólo tendrá acceso la persona a la que he autorizado».

La plataforma se divide en tres módulos: el personal, el profesional y el sanitario. Permite subir y descargar información desde el móvil en pocos clics. «Es como la caja fuerte del banco, que a su vez guarda decenas de cajas fuertes. El usuario puede elegir qué información debe ser borrada y cuál debe trascender confidencialmente a terceros en caso de accidente, incapacitación judicial o fallecimiento», afirma Leticia. Aparte de sus clientes directos, está firmando los primeros contratos con aseguradoras, bancos y empresas telefónicas, que a su vez dan este servicio a sus clientes.

La mujer nos da una vuelta, junto a Manuel Fernández, el director de sistemas informáticos, por este búnker de tres plantas. En todas hay un gran pasillo central y salas a los lados. Tiene un sistema de autoabastecimiento y las jaulas llenas de cables por los que pasa la información están por duplicado. «Si hay un apagón, las baterías que proveen de electricidad a los equipos duran cuatro días. Y si, por ejemplo, hay una explosión, toda la información que circula por las redes, que está encriptada con varias capas, se envía a uno de los edificios que tenemos repartidos por otros países», explica Manuel. No falta detalle alguno. Todo sea para tener una muerte digital digna.
Publicado en El Mundo

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