El cementerio de doña Bárbara
Hace una semana unos ladrones entraron al Cementerio General del Sur, en Caracas, y saquearon la tumba de Rómulo Gallegos, extrayendo los huesos del escritor-presidente y robándose la lápida también. Los profanadores aprovecharon el viaje para de una vez robar también los restos del ex presidente Isaías Medina Angarita, quien fue enemigo político de Rómulo Gallegos, y también derrocado en golpe de Estado.
Como Domingo Faustino Sarmiento, en Argentina, Rómulo Gallegos fue también campeón ilustrado del liberalismo hispanoamericano, y así como Sarmiento inmortalizó la pampa y el gaucho como figuras de la literatura nacional, Gallegos fue retratista y representante por antonomasia de la grandeza de los llanos venezolanos. Para Gallegos –tanto como para Sarmiento– el progreso venezolano podía resultar únicamente del triunfo en el combate del progresismo urbano y liberal contra las fuerzas telúricas atrasadas y oscuras, una dialéctica que Rómulo Gallegos eternizó en el enfrentamiento entre dos personajes: Santos Luzardo –varón progresista de buena casta y dueño de la finca Altamira– y doña Bárbara, una mestiza indomable, corroída por el rencor, que domeñaba desde su hacienda, El Miedo.
Hoy, la prensa venezolana especula sobre el destino de los huesos de Rómulo Gallegos. Se reporta que desde hace años hay tráfico de huesos en el Cementerio General del Sur, y que se paga alrededor de 100 mil bolívares por cada hueso de tumba violada (arriba de 100 dólares comprados en el mercado negro, en un país donde un maestro gana abajo de 15 dólares «negros» mensuales). Según interpretación de un articulista de la revista de oposición TalCual, basada en un libro del periodista David Placer acerca de la afición por la brujería de Hugo Chávez y su círculo más cercano, el tráfico de huesos en la Venezuela actual mana de la moda de ritos ñánigos, (Sociedad Secreta Abakuá o Ñañiguismo), que provienen de Cuba, y que dependen de las labores de «paleros», dedicados a adquirir huesos para su clientela.
Según esto, los huesos de un policía pueden proteger a un cliente que es policía, por ejemplo, y los de un maestro a un cliente maestro… por lo que los huesos de un ex presidente… pues le servirían bastante a un presidente o mando alto y aspirante. Por esto, la revista de oposición no deja pasar la vehemencia con que algunos altos mandos del gobierno de Nicolás Maduro se dedicaron a desmentir la noticia sin comentario, pese a que fue la propia nieta de Rómulo Gallegos quien denunció el saqueo, con fotos de la tumba ultrajada en mano.
El saqueo de la tumba de Rómulo Gallegos es parte de la «guerra espiritual» que le está dando forma y contenido a la agria realidad venezolana. El robo de los restos presidenciales sucedió en una semana de saqueos desesperados, los peores que ha habido desde el famoso caracazo de 1989, que dio origen al chavismo. Sólo que los saqueos de ahora están siendo atizados por el hambre, y no por la rabia popular contra un paquetazo de reformas neoliberales, como sucedió en el caracazo de 1989. Los saqueos de entonces fueron protesta colectiva, y el robo fue primordialmente de electrodomésticos y otros símbolos de prestigio excluyente de la economía neoliberal. Por más que haya también «pescadores en río revuelto», los saqueos de hoy tienen por objeto hacerse de artículos de necesidad básica.
Si usted pica «Venezuela saqueos» en Youtube, podrá ver numerosos videos caseros tomados en las semanas recientes: un saqueo de un camión de gallinas, por ejemplo; otro de un camión de refrescos… Saqueos de panaderías que no dejan un bolillo en el aparador ni un saco de harina en la bodega. Saqueos de farmacias, hospitales y supermercados… En Cumaná, que fue la ciudad más fuertemente sacudida, la gente se ensañó contra los negocios de chinos, fenómeno que frecuentemente sucede en esta clase de motines: se veja primero al comerciante extranjero.
La idea gobiernista de la «guerra económica» tiene un costado metafísico que prohíbe ver saqueos como la acción espontánea de un pueblo desesperado. Toda acción debe tener su móvil bélico. Así, Diosdado Cabello considera que los saqueos están siendo orquestados por «Comandos Tácticos de Saqueo», que serían organizaciones paramilitares compuestas de «grupos armados», «rompedores» y «azuzadores». No hay hambre ni desesperación, sino «Comandos Tácticos». El gobierno lucha contra «fuerzas oscuras».
Hacia el inicio de su famoso libro, Rómulo Gallegos hace el siguiente retrato de doña Bárbara: “Pronto corrió el rumor de que tenía un pacto con el diablo, a quien ella llamaba ‘El Socio’. Sus salvajes apetitos estaban dirigidos por la codicia; mandaba personalmente las peonadas, manejaba el lazo y derribaba un toro en la sabana, como el más hábil de sus vaqueros y no se quitaba el revólver ni la lanza de la cintura. (…) Tal era la famosa doña Bárbara: superstición y crueldad.”
Pero la marimacha indómita representaba también lo que el criollo ilustrado Santos Luzardo tenía que conquistar y colonizar. Así, «en el fondo de su alma sombría», doña Bárbara guardaba «una pequeña cosa pura y dolorosa: el recuerdo de Asdrúbal, el amor frustrado que pudo hacerla buena». Sólo que en los saqueos de la semana pasada apareció que los huesos de Rómulo Gallegos ya no estaban sembrados en Altamira –la tierra de Santos Luzardo–, sino en El Miedo, o sea en las tierras de doña Bárbara.
El saqueo del panteón venezolano hace recordar una fórmula de Walter Benjamin sobre la filosofía de la historia, donde dice más o menos: «Sólo el historiador que está firmemente convencido de que ni siquiera los muertos estarán a salvo del triunfo del enemigo, tendrá el don de atizar la chispa de la esperanza a partir del pasado». En Venezuela desde hace rato que ni los muertos están a salvo.
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