Cementerios de Sevilla
Cementerios, camposantos, osarios, nichos, tumbas. Son palabras que a la mayoría de los mortales, nos dan, como mínimo, respeto. ¿Por qué motivo hacemos una ruta al cementerio de San Fernando? Arte, arquitectura, sensación de paz. Son muchas las motivaciones que nos llevan a este gran cementerio. En muchos países los cementerios son zonas ajardinadas, donde la gente pasea, como lo hacemos nosotros por el parque de María Luisa o los madrileños la hacen por el parque del Retiro. Sin embargo, cuando viajamos al extranjero, normalmente en nuestra lista de visitas, siempre figura un cementerio: Chelsea, Postdam, París…
Los cementerios de muchos países se han convertido en centro de peregrinaje o lugares de gran interés, lugares en los que algunos de sus difuntos, han seguido manteniendo la gloria y la fama que tuvieron en vida. Mucha culpa de este fenómeno turístico reside en las muchas incineraciones que se dan en tiempo presente. Que las personas no sean enterradas influye de una manera importante para que los cementerios de nuestros pueblos o ciudades formen parte de la historia, y se les visite por muchos más motivos, que los del simple hecho de rendir homenaje a una persona querida.
Les propongo una ruta el pasado de Sevilla a través de sus difuntos, a través de sus cementerios. Y es que hasta el siglo XVIII, la gente era enterrada dentro de los templos cristianos. Iglesias, conventos y catedrales eran el lugar de enterramiento para los que deseaban la salvación de sus pecaminosas almas. Vestigios de estos antiguos cementerios, aún los podemos reconocer por los paseos de calles y plazas.
El del Prado de San Sebastián, el de Los Pobres, el de los Canónigos son algunos de esos pretéritos cementerios. Pero también hubo otros más desconocidos como el Cementerio de los Ingleses o de los Protestantes, cementerio que sigue intacto, esperando que el tiempo o las autoridades le dejen en paz. Y por último, el Cementerio de San Fernando. Un lugar casi mágico, donde el dolor de la pérdida de un ser querido queda difuminado en sus largas calles, o entres las estatuas de algunos famosos, que son capaces de destacar aún incluso en un sitio de silencio, como es un cementerio.
Me detengo en este. El cementerio fue construido en 1852, coincidiendo con la inauguración del Puente de Triana, el Cementerio de San Fernando acogió a su primer morador eterno el 1 de enero de 1853. En su interior encontramos monumentos dignos de contemplar como el Cristo de las Mieles. de Antonio Susillo, el misterioso panteón de Aníbal González y su réplica de El Cachorro,los monumentos a Joselito y a Paquirri”, aunque cada tumba tiene una historia de vida que contar. Curiosamente los cementerios son lugares donde extrañamente se va a producir una aparición, un fantasma o grabar una psicofonía. Son lugares de paz donde el difunto poco vínculo emocional pudo tener.
Del Cementerio de los Ingleses de Sevilla muy pocos sevillanos saben ni tan siquiera que existe pese a su cercanía con el sevillano de San Jerónimo. Es un cementerio pequeño, coqueto, con una antigüedad de un siglo y medio y donde reposan los restos de más de 250 personas, en su mayoría de nacionalidad británica pero sevillanos de adopción y de corazón.
Fue John B. Williams, a la sazón vicecónsul del Reino Unido en Sevilla, quién en el año 1855 compró terrenos para poder enterrar dignamente a los marineros que fallecían víctimas de la tuberculosis en tierras andaluzas al servicio de las navieras británicas y ante la imposibilidad de poder trasladar sus cadáveres a su patria. Desde entonces este desconocido rincón lúgubre de Sevilla acoge la última morada de esos británicos fallecidos en nuestra ciudad y donde de unas fechas hacía acá han sucedido los diferentes fenómenos paranormales sobre los que ya expuse el resultado de las investigaciones. Muy cerca de él está el monasterio de San Jerónimo, otro lugar con mucho misterio.
Son los cementerios de Sevilla, de esta ciudad eterna, que al apagar sus luces contempla los vestigios de un pasado que aún recuerda sus otros cementerios, aquellos que siempre estuvieron en la ciudad y que el tiempo puede haberles cambiado el nombre pero jamás olvidará las historias que en torno a ellos tejió los sutiles hilos del azar de una ciudad que no deja, paradójicamente, nada a la casualidad.
Si pasea por el Prado de San Sebastián recuerde que su pasado está unido al de los camposantos eternamente olvidados de la ciudad. Más allá, cerca de la iglesia de San Sebastián, por el Porvenir, los pobres y los canónigos encontraban allí un hueco para el descanso eterno. Barrios como San Bernardo, cuna de toreros y artistas, y cuna de otro ilustres cementerio eternamente olvidado… Y en María Auxiliadora o la Trinidad, en las cercanías de su Santuario un nuevo camposanto con mucha historia, casi tanta como la propia Híspalis romana.
Si decide visitar sus antiguas ubicaciones no olvide acercarse al vetusto cementerio del convento de San Agustín y déjese llevar en un viaje en el tiempo a aquellas épocas en las que el Santo Crucifijo obraba milagros. O el cementerio de San José en la haza de Antequera en las proximidades del monasterio de la Cartuja inaugurado el 1 de marzo de 1833 y cerrado en 1885. Los cuerpos fueron exhumados en 1901 aunque ocasionalmente se escuchan historias y experiencias de aparecidos donde antaño estuvo, quizás los difuntos protestan por lo haberlos dejado descansar en paz.
Son los cementerios antiguos de Sevilla, los cementerios de los que nadie habla ya, los cementerios olvidados de una ciudad inmortal, porque la inmortalidad de la otra vida se gana desde esos mismos y eternos camposantos.
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