El Cementerio de Portela, dieciocho años después de su construcción, más sucio y abandonado
El Cementerio de César Portela, en el Monte do Cabo de Fisterra (La Coruña), se encuentra en situación de abandono, si bien, ya hace mucho tiempo que dejó de ser novedad, porque está así desde su construcción, encargada en 1998 por el entonces alcalde Ernesto Insua (PSOE). La particularidad recae en que, mientras el pueblo está necesitado de espacios funerarios, una obra de más de 50 millones de pesetas (300.000 euros) nominada a los prestigiosos premios Philippe Rotthieer (2002) y Mies van der Rohe (2003) y firmada por un premio nacional de arquitectura como César Portela (1999) ya no es que sea solo presa de la dejadez, sino que se está deteriorando e incluso sufre actos de vandalismo.
Los ataques más llamativos incluyen fogatas -están allí los restos de madera quemada que lo atestiguas- en al menos tres de los pórticos de los 12 cubos de hormigón, con otros tantos nichos cada uno, y que, con la sala de autopsias y el depósito forman el total del conjunto.
El cementerio, salvo el enclave y la originalidad de la propuesta, que simula, según su propio autor, rocas desprendidas por la ladera o contenedores de barco arrojados por el mar, lo tiene todo en contra. Lo primero, que no está acabado y la faltan servicios, pero además generó un fuerte rechazo social alentado por el exalcalde Valentín Castreje (PP), ya fallecido. Por si fuese poco, no hay dinero para acabarlo y los accesos necesitan también una inversión importante, porque la pista la ha deteriorado la lluvia, al margen de que el jardín de plantas aromáticas proyectado por Portela haya sido comido ya por vegetación autóctona.
El actual regidor, José Marcote (PSOE), insiste como llevaba en su programa y como hizo su antecesor, José Manuel Traba (PP), que «a idea é rematalo», sobre todo porque tienen necesidad del servicio, aunque reconoce que ahora mismo «non é o máis prioritario» entre todos los retos que tienen sobre la mesa; más que nada porque carecen del dinero para hacerlo, que incluso piensan en pedírselo directamente a Europa, si consiguen una línea de ayudas que se adapte.
Sin embargo, para Marcote el impedimento fundamental está en las colisiones normativas existentes entre el plan director y el plan general que están tratando de aprobar cuanto antes. Considera que hay que resolver porque «no puede ser que los proyectos queden muertos eternamente».
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