El cementerio de San Amaro cumple 204 años gravemente amenazando por fallos estructurales
No hay descanso en el cementerio de San Amaro (La Coruña). En la dimensión terrenal de las humedades que afloran por los nichos, las malas hierbas que colonizan campos y tejados, y las hojas secas de los olmos de Orillamar que los temporales del sur acumulan sobre las bajantes, no hay quietud posible, sino un ir y venir de pasos apresurados y faenas contra reloj.
Ocho trabajadores municipales (cuatro de ellos temporales), a turnos de seis días de trabajo y tres libres, tratan de mantener a raya el deterioro natural del cementerio mientras atienden los entierros -dos de media al día, aunque el encargado no tiene que remontarse mucho para encontrar jornadas de siete u ocho-, «las cenizas» -nombre abreviado de los depósitos de urnas, menos laboriosos que los enterramientos, pero en auge- y las exhumaciones o traslados de restos, más frecuentes de lo que se cree.
En tiempos llegaron a ser 22 trabajadores en San Amaro, cuando aún recogían los ataúdes en las casas, los bajaban a la calle y en muchos casos cavaban las fosas para darles sepultura bajo tierra, pero sus funciones fueron menguando y recientemente las condiciones de seguridad exigidas por ley para tareas como reparar los tejados de los bloques de nichos también les quitaron fatigas.
El problema de San Amaro no está al alcance de los trabajadores. Ni siquiera del Concello, de acuerdo con el diagnóstico municipal: «El tamaño de la infraestructura, el elevado número de puntos con presencia de patologías y la general precariedad de las instalaciones hacen que afrontar su reparación en una sola intervención resulte casi inviable por lo elevado de su coste».
Así se recoge en el pliego redactado para contratar el proyecto de mejora de un área de 2.460 metros cuadrados -de los 34.000 totales- en el extremo noreste del cementerio, lindante con el paseo marítimo, donde «se concentran muchas de las patologías» del recinto. La obra de la «tercera ampliación», como se la conoce, superará los 220.000 euros y atenderá a cubiertas, pavimentos y redes de servicios.
Alivio para los olmos
Antes, la Concejalía de Medio Ambiente, de la que depende San Amaro, decidió abordar una obra urgente en el exterior: la ampliación del muro de contención que salva el desnivel entre Orillamar y la entrada al camposanto para dar alivio a los olmos monumentales.
A estos trabajos han de seguirles otros. Los fallos estructurales son generalizados y se aprecian a simple vista en forma de grietas y manchas de humedad. Cerca de 18.000 nichos, 2.500 ceniceros y 300 tumbas y panteones guardan la historia de este cementerio ilustre que este noviembre cumplió 204 años y en cuyo frontispicio se lee, grabado en piedra: «El término del cuerpo es el que veis. El del alma será según obréis».
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