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Actualizado: 23/11/2024
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Arroyo y cementerio de los judíos

Arroyo y cementerio de los judíos

Vía: Autor: Xosé Alfeirán / La Voz

Cuidar de los muertos es una obligación de los vivos. Y en cada época histórica, sociedad o religión se hizo, y se hará, de distinta forma. Para los sefarditas que vivieron en A Coruña, durante los siglos medievales y hasta su expulsión en 1492, era un deber sagrado sometido a diferentes ritos y prácticas. Hay muy pocos datos de lo que hacían, apenas unos nombres de lugar y unas lápidas; sin embargo, podemos acercarnos a través de los testimonios existentes sobre otros sefarditas españoles y del análisis de los textos bíblicos y rabínicos.

Según las tradiciones judías los muertos debían estar separados de los vivos para no contaminarse con su impureza; por eso sus cementerios se situaban alejados de las casas y fuera de las ciudades. Caminando hacia ellos se cruzaría una corriente de agua ya que su pasaje estaba cargado de simbolismo: «Porque de cierto morimos, y somos como aguas derramadas por tierra, que no pueden volver a recogerse» (Libro segundo de Samuel 14:14); además les recordaría el paso del río Jordán, camino a la tierra prometida.

Debían estar situados en tierra virgen y en lugares baldíos para que no se viesen afectados por las actividades humanas, pues eran lugares de reposo eterno de los huesos, que no se podían mover, en espera de la resurrección. Las tumbas debían ser individuales y los cuerpos se enterraban directamente en la tierra para, al final de los tiempos, poder rodar por túneles subterráneos hasta el monte de los Olivos, en Jerusalén, donde se produciría la resurrección.

Con estos condicionantes, los sefarditas coruñeses escogieron, en algún momento de la Edad Media, para enterrar a sus muertos una tierra virgen y baldía situada en la margen derecha de la desembocadura primitiva del río Monelos. Allí había una isla peñascosa y mareal, a Illa ou Pena dos Xudeus, que protegía un terreno arenoso donde colocaron sus tumbas y lápidas, de las que se encontraron algunas conservadas en el Museo Arqueológico de Madrid. Antes de llegar a su cementerio, atravesaban una corriente de agua, la primera con la que encontraban todos los que salían de A Coruña por el camino de Castilla: o Rego dos Xudeus.

Ritos de purificación
Pero ¿solo por eso los coruñeses le pusieron ese nombre? Creo que no; tenía que haber algo más. Es posible que sus aguas se utilizasen para algunos de sus ritos de purificación. Después de un fallecimiento los judíos consideraban que la casa del difunto, con todo lo que en ella hubiera, y todas las personas que en ella hubiesen entrado estaban impuros. Para purificarse debían, el primer, tercer y séptimo día después del entierro, rociar y lavar con agua toda la casa, paredes y utensilios incluidos, y las personas debían bañarse y lavar sus ropas.

Solo así quedaban purificados. También es posible que en él se realizase la ceremonia anual del tashlij en la que los judíos, tras recitar unas plegarias, sacudían las ropas sobre las aguas y tiraban a ellas migajas de pan o piedrecitas, simbolizando que los pecados cometidos eran arrojados para que se los llevara la corriente y quedar limpios. Ahora sí. Shalom.

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