Familias japonesas de tres generaciones visitan a sus difuntos en el cementerio
En Japón, cuando se va al cementerio, es costumbre juntar las palmas de las manos en señal de rezo y colocarse en dirección al difunto, frente a la lápida. En ese momento, diversos recuerdos pasan por la cabeza de quienes allí se encuentran. ¿Qué recuerdan las familias que se congregan ante una tumba? ¿Qué les cuentan a los fallecidos?.
Compartiendo momentos con los difuntos
Desde hace cierto tiempo son cada vez más las veces que acudo al cementerio, ya que me corresponde atender la tumba de mi familia. Si uno mira a su alrededor mientras deposita flores y coloca incienso delante de la lápida, puede percatarse de la presencia de flores frescas, pero también de algunas un tanto mustias o completamente secas y con un color diferente del original; son los vestigios de quienes han visitado el camposanto.
Al pasear por el cementerio y observar todo esto, se me viene a la cabeza una expresión del japonés antiguo, itsukushimu: querer, tratar con cariño o tiernamente a alguien; a veces, este concepto puede tener también un matiz de respeto. Este es el lugar donde las personas pueden compartir momentos con los difuntos a quienes recuerdan, al tiempo que llevan consigo ese sentimiento a alguna parte.
Familias con miembros de tres generaciones que acuden juntas al cementerio
En Japón, es costumbre visitar el cementerio en determinadas épocas del año: en Obon, en verano, cuando se cree que los difuntos regresan a casa, y durante el Ohigan , en primavera y en otoño, momentos para celebrar ceremonias en su honor. Existen, además, otras fechas significativas para acercarse a la tumba de un ser querido o pariente; por ejemplo, en el aniversario de su fallecimiento o el mismo día de cada mes que el de su muerte, a finales y principios de año, cuando se quiere comunicar al fallecido alguna noticia o acontecimiento… Los japoneses son un pueblo que va mucho al camposanto.
En las fotografías de este artículo aparecen retratadas familias con miembros de más de tres generaciones que acuden juntas al cementerio, desde Hokkaidō, en el norte, hasta Okinawa, en el sur. Recuerdo haber escuchado, cuando era niña, que los rituales budistas no se celebran de forma individual sino en compañía. Sin embargo, en una época en la que la natalidad desciende, la población envejece y cada vez hay más familias nucleares, resulta difícil respetar este principio. No obstante, el semblante de quienes acuden al cementerio con sus familiares con motivo de estos días especiales parece hasta alegre.
Lo que se puede percibir gracias a las familias en el cementerio
Suele decirse que Japón se encuentra en estos momentos en una época de acontecimientos devastadores, empezando por el Gran Terremoto del Este de Japón, de cambios y transformaciones históricos. No cabe duda alguna de que respiramos estos aires sin ser siquiera conscientes de ello.
Puede pensarse que la forma de vida y los valores de los japoneses han cambiado drásticamente en 50 años, un proceso que se está acelerando cada vez más. Sin embargo, al ver a quienes se juntan frente a una tumba, percibo la presencia de algo en el corazón de los japoneses que traspasa las fronteras del tiempo. La esencia de la vida la constituyen la muerte y la reproducción. La vida consiste en coexistir con algo que antes ya era vida; quizás esto nos permite saber de dónde venimos.