El cementerio de Cabezo de Torres vuelve a la vida
El cementerio de Cabezo de Torres (pedanía de Murcia) será sometido a nuevas reformas, después de que el pasado verano, al ver que sólo quedaban seis nichos libres, se hiciera una obra urgente en la que se construyeron 70 más. Así, la Junta del Cementerio afronta una nueva ampliación de panteones que ya ha empezado.
El aforo está completo en el camposanto, con 460 panteones, «y sigue habiendo demanda», tal y como afirma el párroco de la pedanía, Antonio José Abellán. De hecho, el sacerdote asegura que la junta se reunió hace poco para perfilar las obras y el presupuesto, y se ha dado parte al Obispado para adjudicarlas a una empresa. «Si lo hacemos todo con estas directrices se puede hacer todo bien», indica.
Precisamente, la gestión del cementerio está tomando este rumbo después de haber pasado por otra etapa en la que incluso se llegó a quedar sin abastecimiento de agua debido a que los recibos no estaban domiciliados, hasta que la parroquia tomó las riendas, afirma el sacerdote. Por tradición, el antiguo enterrador o su familia gestionaban el cementerio y recogían en el mismo en las fechas de Todos los Santos el dinero del canon de mantenimiento, que incluía el pago del agua, la limpieza y cualquier pequeña obra. «No había ninguna deuda con el agua. Cuando el párroco decidió apartarnos del cementerio puede que se quedara alguna factura pendiente. Mi hermano se encargaba de recaudar ese canon, en mano, y lo que pudiera sobrar era el beneficio de su trabajo. Hay gente que ha ido a pagar el canon al cura y le ha pagado dos años, por tanto alrededor de 800 o 1.000 euros pertenecen a mi sobrino, y él aún no los ha cobrado. Hemos trabajado 54 años ahí y ahora nos han quitado de en medio», explica Antonio Ortega, hermano del antiguo enterrador, ya fallecido.
Sin embargo, el párroco atribuye el cambio de gestores y el problema del agua a otras causas: a partir de 2014 asumió la gestión la parroquia porque desde la administración del Obispado les informaron de que Hacienda empezaba a cobrar el IVA de los servicios. Desde entonces, trabajan con una asesoría que lleva las cuentas. «No podía llevarlo un particular. Tuve que buscar una empresa para el mantenimiento en función de las necesidades del cementerio. Todo tiene que pasar por ese filtro». Además, señala que al principio supuso un choque porque «siempre era cosa de una familia particular. Intenté subsanarlo de la mejor manera posible. Cuando se quiere entrar en diálogo bien, cuando no, es imposible. Prestaron el mejor servicio posible de la manera que pudieron y ahora tenemos que prestarlo de esta manera. Las cuentas tienen que ser transparentes. Cuando la gente viene lo que le decimos es que el servicio que tiene que pagar es desde 2014 hasta este año, que fue cuando asumimos la gestión».
Un lugar que se fue abandonando
Don Antonio José llegó a la parroquia en el año 2013 y se encontró sin información. A lo largo del año, la gente le comentaba problemas como el del agua. «Busqué gente para formar una junta del cementerio. Cristianos, sin intereses económicos, para no hacer de ello un comercio. Formamos una junta del cementerio y lo primero que hicimos fue ordenarlo. Estaba por fases según se iba construyendo y nos encontrábamos, por ejemplo, del número 1, según la fase, siete nichos. A medida que los propietarios iban muriendo, los hijos sabían el número, pero no la fase».
Por ello, la junta ha ordenado correlativamente los más de mil nichos, los más de 400 panteones y también las fosas, y ahora se encuentran recogiendo datos. «Ha habido bastantes casos de personas que adquirieron un panteón y se desentendieron de pagarlo. Cualquiera que tenga una propiedad tiene que colaborar para que el cementerio esté limpio, que tenga agua. Busco que no se vea el cementerio como un negocio», relata Abellán, en contra de la opinión de Antonio Ortega, que considera este sistema de numeración un error. «La gente que ha ido a pagar no ha podido hacerlo porque le piden el número que tiene ahora y la gente los identifica por pabellones», explica.
Por otro lado, varios vecinos que eran propietarios de un nicho en la parte antigua del cementerio, dividido por una carretera, se encontraban con la sorpresa de que, al llegar, el nicho estaba ocupado. «El antiguo enterrador llevaba la guía de los nichos que se desocupaban cuando la gente empezó a trasladar a sus muertos a la parte nueva del cementerio. Él se iba quedando con ellos cuando la propiedad siempre es del cementerio. Por eso, en esa recogida de datos una de las cosas que hicimos es tapar todos los nichos que estaban abiertos. Con el paso de los años llegaremos a descubrir cuántos nichos hay sin propietario con esta recogida de datos, porque no vienen a pagarlos ni nada, y sabremos los que realmente son del cementerio», explica Abellán, que reconoce que hay gente que se ha quejado de que alguien ha sido enterrado en su propiedad, porque no había un registro ni una toma de datos.
A este respecto, Ortega explica que su hermano jamás se apropió de un nicho. «La gente que compraba panteones en el nuevo cementerio pedía a mi hermano que pasara a su familiar al panteón nuevo, y en lugar de pagarle le daban el nicho, aunque el traslado costara más. Manolo tenía 30 o 40 nichos de su propiedad que ahora son del cura, y no los tenía para venderlos sino para regalarlos». En cuanto a los nichos ocupados por otras personas, reconoce que conoce un caso, «pero llevaba años sin pagar y por ello no había constancia de quién era».
Finalmente, el cementerio del Cabezo se enfrenta a una serie de mejoras, a pesar de estar dividido en dos porque el anterior párroco, don Pedro Lorente, encontró el terreno al otro lado de la carretera más barato, ya que «el propietario del terreno colindante no quiso vendérselo porque ya lo hizo una vez y lo utilizó para hacer negocio. Cuando llegó Antonio José la cuenta del cementerio estaba a cero y habían muchas facturas por pagar», sentencia Ortega.