Cementerio de Casabermeja: el más bonito de España
Hasta en la muerte hay clases. De ahí cree el profesor Francisco Rodríguez Marín que nace la peculiaridad del Cementerio de San Sebastián de Casabermeja (Málaga), la seña de identidad que a su juicio ha convertido este camposanto de arquitectura popular en el más hermoso de España. «En ese aspecto creo que está a la cabeza», resalta.
El profesor de Historia del Arte de la UMA recuerda que el camposanto surge a finales del siglo XVIII como cementerio de pobres, mientras que los que tenían dinero, seguían enterrándose en la iglesia del Socorro. Así que las primeras tumbas, las de los pobres, eran sencillas y anónimas: «Un túmulo con lascas de piedra encalado porque el pobre no tenía para más».
Pero, cuando en 1804 Carlos IV reitera la prohibición de su padre, Carlos III, de que no se puede enterrar en las iglesias, «la gente de estatus social elevado se ve obligada a enterrarse aquí y como le parece poco el túmulo de piedra, pudo dar lugar a la necesidad de monumentalizar y singularizar más las tumbas, ¿y cómo se hace, pues haciendo uso de la arquitectura popular».
Y ya que el referente de la arquitectura popular es la «arquitectura culta», la iglesia, los albañiles imitan los arcos de medio punto, los frontones, «el túmulo se transforma en bóveda y da lugar al frontispicio, esa fachada tan peculiar con tres partes diferenciadas», marca del cementerio de Casabermeja, sostiene. Se trata de las llamadas nicheras, «enterramientos colectivos para tres o cuatro enterramientos».
El profesor Francisco Rodríguez Marín es uno de los autores del segundo volumen del libro colectivo Casabermeja, un lugar en la Historia, presentado el mes pasado y que ha sido editado por Arastipi Ediciones, el Ayuntamiento de Casabermeja y el Instituto de la Villa de Casabermeja. El volumen repasa la historia contemporánea del pueblo y al experto le ha tocado exponer la historia y particularidades del cementerio, el monumento más famoso.
Por este motivo, La Opinión recorrió en su compañía este camposanto, declarado Bien de Interés Cultural en 2006. El profesor sólo encuentra alguna similitud con el cementerio cordobés de Fuenteovejuna, aunque en este caso hay bastante menos homogeneidad.
El camposanto, por cierto, nació en 1786 gracias al obispo ilustrado Manuel Antonio Ferrer, el primer presidente de la Sociedad Económica de Amigos del País, que decretó una ayuda para poder levantarlo. Rodríguez Marín llama la atención de que el de Casabermeja naciera un año antes de que Carlos III prohibiera enterrar en las iglesias y usar en su lugar «cementerios ventilados», aunque, como se ve, el decreto tardó varias décadas en cumplirse a rajatabla.
Como curiosidad, el profesor destaca la reticencia inicial de las clases pudientes a enterrarse fuera de las iglesias, algo que también pasó en Casabermeja. «El Real Decreto de 1804 estableció que se podían usar las ermitas de las afueras de los pueblos y reconvertirlas en capillas del cementerio, para buscar la economía y también, buscando eliminar la resistencia de la gente», explica Francisco Rodríguez Marín. De hecho, para reforzar ese vínculo sagrado, las nicheras más antiguas aparecen adosadas a la ermita de San Sebastián, capilla del cementerio de Casabermeja. Junto a esta ermita se exponen en nuestros días las lápidas más antiguas conservadas del camposanto, la primera de ellas, fechada en 1828.
Otra de las características, ya desaparecidas, de este monumento es que contaba con el llamado patio de los ahorcados, en un lateral, en el que se enterraban, sin nichera, los suicidas, no católicos y ateos. El profesor de Historia del Arte resalta un hecho fundamental en la evolución del cementerio y de Casabermeja: la apertura de la Carretera de las Pedrizas, que descubrió a miles de conductores el camposanto, situado hasta entonces de forma discreta en la parte trasera del pueblo y por supuesto, la carretera también rompió el aislamiento de Casabermeja, que no tuvo agua corriente hasta 1978.
«La apertura de la carretera dio un vuelco al estilo de vida en el pueblo, la gente tomó conciencia del atraso que había y que debía modernizarse y pasó al lado opuesto: lo antiguo no valía y había que optar por lo moderno», resume Francisco Rodríguez Marín. Esta transformación también se dejó notar en los años 70 en el cementerio, en el que afloraron desdichados apaños estéticos en forma de azulejos para cubrir las nicheras.
Por fortuna, la ejemplar rehabilitación del monumento, realizada entre 1987 y 1991 por los arquitectos Rafael Martín Delgado e Isabel Cámara, de la que también se ocupa este volumen, ha dejado un reducido número de tumbas con azulejos. «Hoy día se considera que en un monumento todas las etapas forman parte de su historia. Habría sido un error eliminarlas todas, son más feas que las otras pero no dejan de ser una etapa», argumenta el experto en patrimonio funerario.
Francisco Rodríguez Marín destaca el acierto de esta reforma, que eliminó otros muchos errores de años anteriores e incorporó, por ejemplo, una entrada moderna que no desentona con el recinto. «No trataron de imitar nada, es arquitectura contemporánea muy digna, muy clásica y que encaja con la estética de las nicheras», resalta.
Parque botánico funerario
En su opinión, lo único que le falta al cementerio de Casabermeja es un parque botánico funerario, un proyecto que se llegó a estudiar y a plantear al botánico Alfredo Asensi, presidente de honor de la Academia Malagueña de Ciencias. «Era una idea muy bonita, hay muchas plantas de carácter funerario y habría estado muy bien para singularizar el cementerio con estas plantaciones, algo que la gente desconoce».
La aportación del profesor es un resumen de todos los conocimientos adquiridos desde 2005, cuando el arqueólogo de Casabermeja Bartolomé Ruiz le animó a estudiar el camposanto con vistas a un congreso próximo. Por eso, quiere aprovechar para agradecer ese primer empuje del arqueólogo.
El estudio del cementerio incluye también el de las prácticas funerarias singulares de Casabermeja: «Aquí la costumbre es diferente, tras la misa, el ataúd se traslada en coche funerario hasta el cementerio, pero las mujeres se retiran en la iglesia y al cementerio sólo van los hombres. Allí se le da el pésame a la familia y se marchan y solo entra al entierro la familia cercana, entre otras cosas porque por las características que tiene, no admite una muchedumbre».
De hecho, el cementerio tiene ya poco espacio y se está planteando construir otro en una nueva parcela, informa. Francisco Rodríguez Marín cree que el nuevo no tiene por qué seguir las pautas de arquitectura popular del original. «Yo no lo haría porque este cementerio es único y no debería abrirse la puerta a imitar». Para algo, en su estilo, es a su juicio el más bonito de España.