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Actualizado: 26/11/2024
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Reciclaje funerario de Ibiza

Reciclaje funerario de Ibiza

Vía: Autor: Joan Costa / Diario Ibiza

La crisis del Imperio romano, en el siglo III, tras el asesinato de Alejandro Severo y hasta la llegada del emperador Diocleciano, se hizo notar también en Ibiza. Amplias zonas de Poniente de la ciudad de Ebusus se abandonaron y se convirtieron en necrópolis. Y, en ese mismo siglo y sobre todo ya en época bizantina, los materiales de edificios en desuso, principalmente edificios públicos, de la época imperial fueron reutilizados para las tumbas.

Es el caso de un singular sarcófago expuesto en una de las vitrinas del Museo Monográfico de Puig des Molins que, en realidad, se trata de una columna. Fue hallada en la vertiente norte de Puig des Molins en 1956, al abrir la trinchera de los cimientos de una casa, y, según explica el director del Museo Arqueológico de Ibiza y Formentera, Benjamí Costa, «sabemos, por las medidas de la apertura en el mármol, que se usó para un enterramiento infantil, de un niño de siete u ocho años». Y probablemente se cubriría con una tapa de plomo. La cuestión más interesante, para la que aún no existe respuesta y tal vez no la haya nunca, es a qué tipo de edificio perteneció originalmente la columna, que debió ser usada en los siglos dorados de Roma para acabar como tumba tal vez en el periodo del Bajo Imperio.

De granito a mármol
Hasta hace unos años, se creía que el material de este pilar reconvertido en sarcófago era el granito, pero, un buen día, un especialista estudió mejor la pieza y se dio cuenta de que, en realidad, se trata de una columna de mármol, del tipo conocido como cipollino, un mármol estriado o a bandas muy característico y muy apreciado en época romana. Según explica Benjamí Costa, es propio de la isla de Eubea, en la costa oriental del mar Egeo.

El nombre hace referencia a una cebolla (cipolla) y a la semejanza del material con el corte transversal de uno de estos bulbos. En la antigüedad, este mármol era conocido como ‘marmor Carystium Styrium’, según explica el filólogo Marc Mayer Olivé, del Institut d’Estudis Catalans, en un artículo publicado en el libro ‘In Amicitia’, una recopilación de artículos en homenaje a Jordi H. Fernández, director del museo durante cuatro décadas.

El artículo se centra en un detalle en la base de la pieza, una inscripción algo deteriorada en la que parece leerse LOC(O) CCCCXVI y que inicialmente, en los 70, se consideró una marca cristiana. Sin embargo, en la actualidad, los expertos consideran que hace referencia al lugar (locus en latín) de la explotación en la que se fabricó «y del número que le corresponde en una gran cantera o, mejor, sistema de canteras como se produce en muchas explotaciones de este tipo en el Imperio romano, especialmente cuando se trata de propiedades imperiales».

En este sentido, Mayer Olivé apunta el dato de que hay 140 explotaciones documentadas en una zona concreta de la isla de Eubea, en un área de más de 60 kilómetros, y que se calcula que el nivel de extracción de mármol era de más de 200.000 metros cúbicos. Y los casos en los que se han hallado columnas marcadas procedentes de estas canteras no son escasos e incluso existen inventarios.

El descubrimiento de que la columna reutilizada es de mármol de Eubea plantea preguntas importantes, ya que este material era usado para el «ennoblecimiento decorativo» de edificios y era casi imprescindible en la construcción de teatros. Tales premisas podrían llevar a la sospecha de que Ibiza tuvo un teatro romano antes del declive del Imperio, o al menos un edificio importante.

Lo cierto es, sin embargo, que el hecho de que esta columna se haya encontrado usada como tumba impide conocer su función primaria e incluso saber si fue un elemento reaprovechado en la isla o importado ya preparado como féretro.

En cualquier caso, hay que saber que se trataba de un material de primera calidad, que los expertos han calculado recientemente que fabricar una de estas columnas «puede llegar a casi 800 horas» de trabajo y que el transporte debía costar cerca de 170 denarios, una cifra con la que no se puede establecer una correlación actual pero que, en cualquier caso, es elevada.

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