El cementerio de los ingleses podría dejar de ser británico para integrarse en el patrimonio municipal
El British Naval Cemetery de Rubiáns, o Cementerio de los Ingleses, (parroquia gallega del municipio pontevedrés de Villagarcía de Arosa), el solar que ocupa fue comprado en septiembre de 1910 y fue consagrado como cementerio el 20 de octubre de 1910. Era por entonces Cónsul Británico Reynald Duncan Cameron WalKer, que tenía su vivienda en Carril.
Su objetivo era habilitar un camposanto en el que los marineros británicos, en su inmensa mayoría de credo protestante, pudiesen ser enterrados en caso de caer durante las escalas que cada año, durante seis décadas, la Royal Navy realizó en la ría de Arousa.
Ahora, este pequeño pedazo de suelo británico en Vilagarcía podría dejar de serlo para integrarse en el patrimonio municipal. Así lo confirma el supervisor honorario de la Commonwealth War Graves Comission en España y Portugal, Bruce A. McIntyre: «Yo, como supervisor, no tomo la decisión, pero le he comentado esta posibilidad a la casa central, que lo está considerando», explica nuestro hombre.
La idea surgió durante una de las últimas visitas de McIntyre a la capital arousana. «Me pareció una propuesta muy interesante y creo que la idea es realmente buena. Se trataría de que el Concello de Vilagarcía mantuviese un monumento, con los nombres de todos los fallecidos, a cambio de la cesión del cementerio para su apertura y utilización», indica el supervisor de la CWGC.
Un espacio diferente
En realidad, la comisión de tumbas de guerra de la Commonwealth nació en 1917, después, por lo tanto, de que el British Naval Cemetery de Rubiáns abriese sus puertas. «La verdad es que el de Vilagarcía es un cementerio singular, porque la comisión se creó para construir y cuidar las tumbas de los soldados caídos en la Primera y la Segunda Guerra Mundial; lo que sucedió es que, como este cementerio era naval y ya funcionaba, también se integró en la CWGC».
Esta particularidad da lugar a un problema de gestión. La comisión de tumbas se encarga de reponer y conservar las lápidas de los cementerios que ha construido. Las de Vilagarcía, sin embargo, son sepulturas personales, «eran los compañeros del difunto quienes las hacían y colocaban las lápidas, no la CWGC», explica su representante en España. De ahí que la entidad no asuma el mantenimiento de las antiguas estructuras. Por lo que respecta al jardín en el que están enclavadas, es el Concello el que lo cuida. Surge en este punto la figura de Ramón Rebolo, el operario municipal que durante décadas se ocupó de una tarea que heredaron su hijo y su nuera hasta su jubilación, hace ocho años.
«La última vez que estuve en Vilagarcía fue en octubre, y los jardines y la vegetación estaban cuidados y en buen estado. Claro, las tumbas sí están un poco deterioradas, porque algunas de ellas tienen más de cien años», reconoce McIntyre, que suele dejarse caer por la capital arousana cada dos años, más o menos. «Hay que tener en cuenta que en Portugal tenemos alrededor de cuarenta tumbas, y en España las hay en Bilbao, Barcelona, Figueras, Mataró, Málaga, Sagres o Madrid, y es necesario estar al tanto de su estado regularmente».
A la espera de que la comisión hable «tengo entendido que fue el Ministerio de Defensa británico el que compró el terreno, y por lo tanto se trata de suelo británico».