La tanatoquimia un método diagnóstico que estudia los cambios y la evolución bioquímica que transcurren en un cadáver
La medicina legal ha avanzado «muchísimo» con la incorporación de medios diagnósticos complementarios como la tanatoquimia, una «caja de herramientas» que permite hacer «preguntas más sutiles» al cadáver, señala en una entrevista con Efe el doctor Aurelio Luna, experto en esta disciplina forense.
«Podemos escuchar susurros de la biología que no se escucharían a la hora de preguntarle al cadáver con otras técnicas», explica este catedrático de Medicina Legal y toxicología forense de la Universidad de Murcia, integrante de un panel de expertos internacionales que investiga si el poeta chileno Pablo Neruda murió de cáncer, según la versión oficial, o fue asesinado.
Este es uno de los casos en los que se sigue una línea de investigación en tanatoquimia, un método diagnóstico que estudia los cambios y la evolución bioquímica que transcurren en un cadáver mediante los datos que aportan algunos fluidos como el humor vítreo, el líquido pericárdico, el cefalorraquídeo o el sinovial, que después de la muerte no se alteran tan rápidamente como la sangre.
Una técnica complementaria, explica Luna, que permite saber, por ejemplo, si una herida se produjo en vida o en muerte o si una persona estuvo agonizando durante media hora o tres horas, así como determinar la causa del fallecimiento en unos restos óseos, interrogantes a los que la anatomía patológica no da respuesta.
«Ese el gran avance y las posibilidades que ofrece la tanatoquimia en el análisis postmorten», señala el experto, quien precisa que «el juez lo que quiere saber es qué, cómo y cuándo pasó y nosotros tenemos que adaptar la estrategia diagnóstica al problema que se intenta resolver».
En el caso de Neruda, el estudio de sus restos óseos ha permitido ya excluir la intoxicación, aunque, según ha señalado el doctor Luna, no se sabrá hasta finales de año el resultado que confirme si la administración de bacterias o toxinas bacterianas pudieron acelerar la muerte del poeta, afectado por un cáncer de próstata.
«El proceso es muy laborioso porque hay que utilizar técnicas de secuenciación masiva -permiten obtener millones de secuencias de ADN a gran velocidad- y hay que comprobar si hay bacterias y, luego, si éstas fueron cultivadas en laboratorio o son de las que aparecen de forma natural en el medio».
Luna también ha participado en la investigación de otras muertes de personalidades, como el expresidente chileno Eduardo Frei, fallecido en 1982, o el que fuera presidente de Brasil entre 1961 y 1964, Joao Goulart, del que se descartó que fuera envenenado por la CIA.
En España no hay ningún caso en estos momentos en el que se esté utilizando la tanatoquima. En el de Diana Quer, el más reciente y mediático, el doctor Luna explica que se han aplicado técnicas de rutina «porque, entre otras cosas, había una fractura del hueso hioides (situado en la parte anterior del cuello) que hablaba de un estrangulamiento y no se necesitaba ninguna prueba adicional».
En los últimos cinco años se han incorporado «muchísimas» herramientas diagnósticas de las que antes no se disponía. Y aunque la gente se sorprende cuando ve la serie de televisión CSI, el doctor Luna asegura que «la realidad va más allá» y que la ciencia forense está en condiciones de «responder a cuestiones más complejas de las que habitualmente nos formulan».
¿Es posible saber la causa exacta de una muerte? En general sí, pero existe un «pequeño» número de casos (en torno a un 2-3 %) que se denominan «autopsias blancas» en las que es muy difícil establecerla, indica el experto.
¿Y el momento concreto en el que se produce? «Con exactitud, no», responde. En las primeras 24 horas el error puede ser de horas «aplicando las técnicas más sofisticadas», mientras que si ha pasado más de una semana de la muerte, se puede errar en días, y con un cadáver ya esqueletizado, puede haber un margen de 5 a 10 años, «como no se hagan las cosas demasiado bien».
Aunque no se da respuesta a todos los casos, el doctor Luna cifra en un 80 % la tasa de resolución. Y es que el crimen perfecto puede existir, aunque según asegura el forense, «tiene que ver más con la imperfección en la investigación que con la perfección en la ejecución», lo que permite que el asesino quede impune.