De la ‘huerta de Tximela’ al cementerio de San Blas
Cementerio de San Blas en 1916, año en el que se inauguró. Aunque no se conoce cuándo se creó el primer cementerio de Tolosa, hace ya más de un siglo que los restos mortales descansan en el camposanto de San Blas. Antes los cadáveres se sepultaban en el barrio de Santa Lucía, también conocido popular y jocosamente como “la huerta de Tximela”. Recorremos la centenaria historia del cementerio de San Blas, del que es, sin duda, uno de los barrios más habitados de Tolosa.
Es difícil saber con exactitud la fecha de la creación del primer cementerio de la villa, ya que probablemente en la antigüedad los cadáveres se enterrarían dentro o al lado de las iglesias. Sin embargo, hay una cita de 1626 en la que se manifiesta que “en las tumbas no se colocasen más de cuatro candelones de media libra de cera amarilla”. Supuestamente, en estas fechas los enterramientos se efectuaban dentro de las iglesias ya que, según consta en las actas municipales, a consecuencia de la riada del 26 de septiembre de 1678, se abrieron muchas sepulturas en la iglesia Santa María.
Lo que se sabe con certeza es que, aunque actualmente el cementerio municipal se sitúa en el barrio de San Blas (también en los barrios rurales de Bedaio y Aldaba), antiguamente se ubicó en el barrio de Santa Lucía, en donde era conocido popular y jocosamente como la “huerta de Tximela”.
El proyecto para construir el nuevo camposanto de Tolosa lo redactó el arquitecto Ugartemendia hacia el año 1804 y, en principio, iba a ser una ampliación del de Santa Lucía. Dicho arquitecto prestó servicio durante un siglo, hasta principios del siglo XX. En 1916 se inauguró el nuevo cementerio de San Blas y diez años más tarde, en enero de 1926 se anunció el traslado de todos los restos existentes en el cementerio viejo, al nuevo.
Como en casi todas las historias, en esta también caben las anécdotas. Tal y como recoge el escritor tolosarra Mikel Telleria en su Enciclopedia de Tolosa, en junio de 1927 se acordó llevar a cabo el traslado de cadáveres al cementerio, en automóvil particular. “El adjudicatario de dicho servicio fue Hilario Urretabizkaia, pero al parecer no tenía un vehículo apropiado para poder realizar el cometido, por lo que fue sustituido por Agustín Martija que pudo realizar en condiciones el traslado de los restos”, explica Telleria en su publicación.
En un principio, el cementerio estaba compuesto, por un lado, por el llamado campo santo, donde se enterraba a los fallecidos que eran creyentes, y por otro lado, el cementerio civil, donde se daba tierra a los no creyentes. Los dos terrenos estaban separados por un muro de piedra que permaneció en pie hasta el año 1979, en el que se procedió a su demolición.
La última reforma se llevó a cabo en 2008 con la construcción del nuevo muro, la creación de un tanatorio, crematorio y oficinas, la construcción de nichos en galería, y una zona de enterramiento de urnas cinerarias, atendiendo a las demandas de hoy en día.
En 2011 se aprobó una ordenanza municipal para poder llevar a cabo funerales civiles. Entre los espacios señalados para realizar dichos actos, además de la plaza de los Cristales, el parque Zabalarreta, la casa de cultura y el Parque Aranburu, está el cementerio de San Blas. En este tipo de despedidas no está permitida la celebración con cuerpo presente, pero sí la presencia de urnas con cenizas.
Panteones de propiedad municipal
El Ayuntamiento de Tolosa posee una cripta para enterrar a sus hijos predilectos, donde se encuentra el poeta Lizardi. Justo al lado se construyó en 2011, dentro del programa de recuperación de la memoria histórica, un monumento para recordar a los fusilados republicanos y nacionalistas. Y es que fueron muchos los tolosarras que murieron, precisamente, fusilados en el cementerio de San Blas durante la guerra civil y en muros exteriores del recinto todavía hay rastros de las descargas.
Hasta el 2011 en el cementerio de Tolosa sólo había un panteón en recuerdo a los franquistas vencedores de la guerra, que es de propiedad municipal. En el monumento en recuerdo a los 104 fallecidos están escritos todos sus nombres y apellidos bajo los siguientes encabezamientos: fusilados tolosarras, fusilados no tolosarras en el camposanto de Tolosa, muertos en los lugares de concentración y en los batallones de trabajadores, y tolosarras civiles fallecidos en bombardeos.
Según explicaba Juantxo Agirre Mauleón, miembro de Aranzadi y coordinador del programa de recuperación de memoria histórica, “a lo largo de los años en el cementerio se ha producido un gran movimiento de tierras, por lo que resulta técnicamente imposible encontrar los sepulcros de las personas que fueron fusiladas en Tolosa”.