Cementerios, curiosos destinos turísticos
El Père Lachaise es uno de los lugares más visitados de la capital francesa y no solo por los turistas, pues es bastante habitual encontrar a parisinos paseando entre sus calles.
Uno de los principales atractivos de este recinto es el gran número de personajes célebres que allí descansan, entre ellos cantantes, músicos, políticos o literatos. De hecho, es necesario contar con la ayuda de un mapa para poder encontrar sus tumbas.
Una de las más frecuentadas es la del cantante Jim Morrison, líder de The Doors. Sobre la lápida suele haber flores, discos, fotos y otros recuerdos de los fans que se acercan hasta allí para honrar a esta mítica figura del rock.
Otra cantante irrepetible que descansa en este cementerio parisino es Edith Piaf. Se acaban de cumplir 55 años de la muerte de una de las voces más reconocidas de la música francesa. Suyas son canciones tan insignes como “La vie en rose” o “Non je ne regrette rien”. El verdadero nombre de la artista era Edith Giovanna Gassion, aunque se la conocía como Edith Piaf (piaf significa gorrión en francés) por su aspecto desvalido.
Otra de las tumbas más buscadas en el Père Lachaise es la del escritor Oscar Wilde, un mausoleo que los visitantes han cubierto de besos. También está enterrado en este camposanto el gran dramaturgo francés Moliere, autor de grandes obras teatrales como “El enfermo imaginario”, “El misántropo” o “Tartufo”.
Pero la lista de personajes ilustres que reposan en este cementerio es mucho más amplia. Chopin, Marcel Proust, Modigliani, María Callas o Camille Pisarro son solo algunos de los grandes nombres que han encontrado su último hogar entre los muros del Père Lachaise.
CEMENTERIO JUDÍO DE PRAGA
En la ciudad de Praga hay otra necrópolis cuya visita sobrecoge. Se trata del antiguo cementerio judío que data del siglo XV y que se utilizó como lugar de enterramiento hasta 1787. Puesto que acogió difuntos durante tantos años y no se pudo ampliar, se llegó a la solución de realizar los enterramientos unos sobre otros, de manera que en algunos lugares de las necrópolis hay hasta diez capas.
Según indica el Portal Oficial de Turismo de Praga, el personaje más importante allí enterrado es el rabí Jehuda Liwa ben Becalel, un erudito y pedagogo conocido como rabi Löw, al que se relaciona con creación del Gólem.
Cuenta la leyenda que este rabino creó un gran muñeco de barro y lo dotó de vida poniéndole en la boca un trozo de pergamino en el que había escrito el nombre de Dios.
Antes de cada Sabbat, el día de descanso para los judíos, el rabino extraía el pergamino de la boca del Gólem y éste se quedaba inmóvil. Sin embargo, un día olvidó hacerlo y la criatura enfureció y causó grandes destrozos en la ciudad. Hay distintas versiones sobre el final del Gólem, pero todas coinciden en que los restos de este mítico ser descansarían aún hoy en algún rincón de la sinagoga Vieja-Nueva de Praga.
Pero si hay una ciudad famosa por las leyendas es Edimburgo y especialmente sus cementerios. Uno de los más conocidos de la capital escocesa es el Old Calton. Allí está enterrado David Allan, un pintor que vivió en el siglo XVIII. En su lápida se puede observar una gran mancha que se asemeja a un rostro con la boca muy abierta. Cuenta la leyenda que esta es la última obra del artista que representa su propio rostro pidiendo socorro pues, al parecer, fue una de esas personas con catalepsia a las que sepultaron vivas.
En este cementerio también está el filósofo David Hume, en un gran mausoleo en forma de torreón. Cerca de su sepultura se alza un monumento en honor a varios soldados escoceses que murieron en la guerra de secesión americana y que está coronado por una estatua del presidente estadounidense Abraham Lincoln.
Este camposanto, que se inauguró en el siglo XVIII, tuvo que ser modificado posteriormente debido a la construcción de una carretera, por lo que quedó dividido en dos partes. Esta circunstancia ha servido para alimentar las leyendas sobre apariciones y sucesos paranormales tan abundantes en Edimburgo.
La capital escocesa cuenta con otro bello cementerio, el de Greyfriars. Se trata de un lugar que recibe muchos visitantes que llegan allí atraídos, en parte, por la historia del perro Bobby. Cuando el dueño de Bobby falleció, fue enterrado en este cementerio. Su fiel mascota no se separó de él hasta el final de sus días, de modo que estuvo junto a la tumba durante 14 años. Los vecinos de Edimburgo se encariñaron con él y le llevaban comida. Hoy, una estatua recuerda a Bobby junto a la entrada al cementerio. Tiene el morro muy brillante pues se cree que acariciar a este perrito trae buena suerte.
Además de París, Praga o Edimburgo, hay otras ciudades europeas cuyos cementerios son una parada casi obligatoria para cualquier visitante. Bajo el lema “su historia, nuestra historia”, la ruta cementerios europeos, auspiciada por el Consejo de Europa, recomienda algunos de ellos como el de San Nicolás y Santa María de Berlín o el cementerio de Montjuic en Barcelona, entre otras muchas sugerencias.