La vida creada por la muerte
Aunque nos toca de cerca, poco sabemos de la magnitud socioeconómica de los óbitos en nuestro país. Teniendo en cuenta que cada ochenta segundos fallece un español no resulta raro que el mercado generado a su alrededor sea exorbitante
En un día fallecen en España 1.163 personas. Es decir, cada hora se producen casi 49 óbitos. O, dicho de otra forma, cada minuto con veinte segundos pierde la vida un habitante de nuestro país. Se trata de una estadística simplificada, un mero cálculo aproximado en base a los decesos anuales reportados por el INE, que, no obstante, nunca está de más recordar. Pues a la par, esas cifras suponen la mejor fotografía de una realidad inexorable cuyo impacto, superando el sentimentalismo, se hace notar en la estructura socioeconómica española.
Luego, ¿cuál es la dimensión real de la miscelánea relacionada con el fin de nuestra existencia? Pues bien, valga un dato: el volumen de facturación de los servicios funerarios, unido a los seguros de decesos, constituye el 0,34% del PIB nacional. Lo cual se traduce en unos 1.500 millones de euros de ingresos anuales ligados a las defunciones.
Del coste total de una muerte, que en el 60% de los casos está cubierto por una póliza, la mitad recae en acciones del tanatorio y el resto en importes complementarios, como impuestos subyacentes o pequeños mercados no cuantificados. Asimismo, si tenemos en cuenta que dicha materia genera 11.130 empleos –de los cuales el 73% son varones y el resto mujeres– a través de 1.300 operadores, un simple cálculo nos lleva a concluir que cada perecimiento será atendido por casi 10 trabajadores.
Por otro lado, hay una tendencia creciente en el pastel sectorial: el auge de la incineración en vez de la inhumación, más vinculada a la tradición cristiana. De cada 100 cadáveres, casi 40 fueron convertidos en cenizas el pasado año –de media 450 al día–. Lejos quedan las cifras de 2005 en que esa tendencia apenas llegaba al 16 %. Y se prevé que para 2025 se alcance un sorprendente 60% del total de fallecimientos. Luego no es extraño que nuestro país, con más de 400 hornos crematorios –el 25% de los cuales están en Andalucía–, sea el estado europeo con más instalaciones de ese tipo.
La razón es obvia: su menor coste –de media, la cremación resulta un 30% más económica que el enterramiento–. En oposición, los cementerios tanto públicos como eclesiásticos –rozando los 20.000– ocupan unos 9.000 municipios nacionales, siendo Castilla y León la comunidad más prolífica –casi 0,002 camposantos per cápita –. Asimismo, la Conferencia Episcopal española aseguraba en su último informe–2012– oficiar más del 90% de las exequias del país. Pero si hay un dato final para la reflexión es que los óbitos (en lo que llevamos de decenio) crecen a un porcentaje cercano al 3% anual. La Razón