Cementerio Inglés: Donde la vida muerta aguanta
La luz de las estrellas hace de farola improvisada en la noche en la que las linternas cobran el protagonismo suficiente como para ser consideradas actores principales.
La visión del mundo desde aquella altura infernal en la que viven los cuerpos luminosos dista bastante de la nuestra, la superficial, la mundana, la cotidiana, la simple. Una hilera de tumbas compone una panorámica propia del terror más repetido y llevado hasta la saciedad de novela en novela, de serie en serie, de película en película. La estampa que determina aquella imagen es la de un camino empinado, la de una cuesta que culmina donde descansan los más pequeños, los que se marcharon previamente a lo debido para, quizá, volver cuanto antes.
Y allí, precisamente, en la zona habilitada para tumbas de apenas metro y medio de distancia, aguarda un grupo de casi 80 personas que observan atentas las explicaciones del investigador que hizo historia en nuestro país. José Manuel Frías, natural de Málaga, alza la voz con un pequeño amplificador que cuelga de su pantalón. Su historia, ligada al misterio, es la que traslada en cada una de las sesiones a los que deciden creer en algo más, en lo desconocido, en, tal vez, lo sobrenatural.
El respetable asiste atento a leyendas de los cementerios malagueños de San Rafael o San Miguel, así como del grandioso de Colón en Cuba o el de Celakovice en República Checa. Nadie quita ojo de sus fotografías que ilustran el paso de los años, la muerte dura que se ciñó sobre las vidas felices de aquellos que debieron abandonar el camino para adentrarse en el túnel. Nadie habla, ni siquiera se atreve a valorar, ya que a las 10 y media de la noche de un sábado, pocos son capaces de buscar el humor mientras pululan junto a las tumbas del Cementerio Inglés.
Conocido como uno de los puntos más especiales de la ciudad de Málaga por su relación con la parte turística de la ciudad, este lugar de descanso guarda en su interior todo tipo de personalidades del mundo inglés de la época. Personalidades como Robert Boyd, considerado uno de los primeros en ser enterrados, o Marjorie Grice-Hutchinson, fundadora de la primera escuela en Churriana, o escritores como Jorge Guillén o Gerald Brenan se encuentran bajo su custodia.
El recinto fue creado en 1831, convirtiéndose así en el primer cementerio protestante de España. Tal y como es señalado en la página web del propio cementerio, durante sus primeros 175 años, fue administrado por los cónsules británicos y por aportaciones del gobierno británico. Sin embargo, desde finales del siglo XX este se ha encontrado en completo abandono. Actualmente, un gran número de tumbas se encuentran ciertamente despegadas del suelo y deterioradas en cuanto a estructura a causa de las inundaciones acaecidas en la ciudad durante el pasado 2018. ‘‘Es este estado lo que lo convierte en un cementerio romántico y especial; distinto del resto’’, señala José Manuel en la visita que realiza para la empresa Rutas Misteriosas.
Este hecho no supone inconveniente alguno para la visita. Pese a que esta sea privada de alcanzar el punto más alto de la colina en la que está situada por seguridad de los asistentes, hay pocos puntos estratégicos que no puedan ser visitados para servir así de apoyo narrativo a la hora de trasladar las historias inexplicables que tienen lugar en recintos similares. Mientras la noche toma posesión de los hechos y busca invadir con su manto las mentes predispuestas a lo paranormal, las historias se suceden de par en par. No es extraña la devoción que sienten algunos por personajes de civilizaciones como la cubana. La Milagrosa, como es apodada esta leyenda es una de las que sobrecoge a los presentes, quienes no dudan en apuntar su nombre para una búsqueda más ampliada de la descripción detallada que realiza el guía. Tampoco deja a nadie indiferente la de Antoñito, el pequeño que paseaba por el cementerio San Miguel junto al guarda José Fernández, y que pedía agua, leche y caramelos a quienes lo visitaran.
El enclave, perfecto para recordar momentos de la historia, lleva a, tal y como destaca José Manuel, ‘‘vivir el ‘pellizco’ al venir’’. No son pocos los que se apartan del grupo y buscan con linternas, curiosamente, sobre las tumbas de los allí presentes. Las ofrendas repartidas entre las lápidas sirven de consuelo a algunos para tomar la fotografía que esperaban tener de recuerdo, mientras que el simple hecho de atender a las historias de Frías es el regalo de otros. ‘‘Al fin y al cabo, a todas las personas les gusta acudir a un cementerio’’, precisa José.
Y es que, de alguna forma, el humano debe estar en contacto con lo misterioso en cierto momento. Es lo desconocido, lo que no puede demostrar, aquello que causa las mayores curiosidades y es capaz de despertar la pasión en la persona. Pasear por las criptas de un camposanto puede ser la mejor forma de ello, y, más aún, si cuando se realiza es durante la noche, cuando el cielo se mantiene paciente y observa, sin prisa alguna y sin más rayos de luz las linternas de quienes alumbran para no toparse con quienes descansan bajo el suelo. // Alhaurín de la Torre