El proyecto Eresma Arqueológico descubren en Armuña (Segovia) los restos de un ‘bebé’ de 2.200 años
El proyecto Eresma Arqueológico ha hallado en el castro del Cerro Tormejón, ubicado en el municipio de Armuña (Segovia), restos de un bebé, «de no más de seis meses» y de hace más de 2.200 años.
En bebé se encontró en una vivienda celtibérica que data del siglo II antes de Cristo, un descubrimiento «único» por sus «características» en la provincia y que se suma al exhumado en la pasada campaña en la villa Romana de Matabuey, en Nava de la Asunción.
Es una de las dos novedades que el equipo que dirige el arqueólogo Raúl Martín Vela acaba de presentar en la Reunión de Arqueología Clásica que se ha celebrado en Segovia. El otro descubrimiento, en el mismo enclave que el anterior y separado por apenas un metro, son los restos de una «oveja o cabra -ovicáprido-» sacrificada en honor a los dioses a los que veneraban para conseguir «buena suerte», tanto para la edificación como para sus moradores. Dos rituales bajo un mismo techo, el de una vivienda del siglo II antes de Cristo, que permiten seguir dibujando cómo era la vida en esta zona segoviana con más de 2.000 años.
«Lo primero con lo que nos topamos», apunta Martín Vela a Europa Press, «fue con el cadáver descuartizado de un ovicáprido en una pequeña fosa excavada en el suelo». El arqueólogo segoviano explica que en la cultura celtibérica este tipo de práctica se realizaba para «contactar con la divinidad de carácter doméstico» y propiciar así «buen augurio» para la vivienda y moradores. «Conocemos otros ejemplos en yacimientos coetáneos como el de la ciudad vaccea de Pintia, enclavado en el vallisoletano municipio de Padilla de Duero», aclara.
Sin embargo, el hallazgo más relevante estaba a poco más de un metro. «Junto a este sacrificio, y en el mismo contexto arqueológico, hemos exhumado los restos de un niño, de edad indeterminada, pero en cualquier caso y, gracias a un primer análisis muy superficial realizado por la antropóloga del equipo.
Eresma Arqueológico, Lidia Fernández, no creemos que exceda los 6 meses de vida», continúa. Toda una «sorpresa» por varios motivos. Los restos exhumados son un ejemplo «único» en la provincia de Segovia y sirven para conocer más de cómo se trataba a los niños en época celtibérica.
Martín Vela recuerda que los rituales funerarios de la época han llegado a nuestros días a través de las descripciones que los historiadores romanos hicieron de estos pueblos y por las evidencias arqueológicas. «En ambos casos – explica- el ritual funerario normalizado era la incineración del difunto, cuyas cenizas eran depositadas en una urna cerámica dentro de una fosa circular excavada en el suelo y donde posteriormente colocaban un ajuar funerario muy variado que identificaba la posición social del difunto y, en muchos casos, su pertenencia a la élite guerrera».
El director explica que del Proyecto Eresma Arqueológico, les destinaban el «honor» de exponer su cadáver a los elementos para que fueran devorados por los buitres, «un animal considerado como sagrado», que elevarían simbólicamente «el alma del guerrero al más allá». Por lo tanto, el entierro de este bebé en el Tormejón, formaría parte de unas exequias funerarias muy concretas, reservadas estrictamente a los niños, un sector «muy vulnerable» dentro de estas sociedades con un elevado índice de mortalidad infantil.