Doce sacerdotes ofician servicio religioso en el cementerio de Salamanca a 280 fallecidos en el último mes
La mañana del pasado martes, 28 de abril, fue la primera en semanas en la que ningún sacerdote tuvo que acercarse al cementerio de Salamanca. No había ningún fallecido que precisase el servicio religioso.
Por la tarde sí, ese día era el turno de Leo Ramos, párroco de La Armuña. Desde el pasado 29 de marzo, un total de 12 presbíteros diocesanos se turnan para celebrar la última despedida de decenas, cientos de personas. A veces en soledad, por las circunstancias de esta pandemia, pero en la mayoría de los casos, con el límite fijado por el gobierno regional, de entre 3 ó 4 familiares.
El responsable de coordinar esta labor es el vicario de Pastoral de la Diócesis de Salamanca, Policarpo Díaz, que también cubre el turno de la mañana de los martes. “Al inicio de la pandemia, la Junta de Castilla y León publicó una disposición con la que se cerraban los tanatorios y se prohibía todo acto religioso en el cementerio, y esa primera semana, durante 3 ó 4 días, se entierra a la gente sin nadie, ni familiares, solo los trabajadores del campo santo, que hacen vídeos para enviar a las familias”, relata este responsable diocesano.
Díaz cree que esa situación “clamaba al cielo”, y tras producirse una llamada de atención al Gobierno regional y nacional, “el 29 de marzo se publica en el BOCYL una nueva disposición con la que se permite el ministerio del culto, y el acceso a 3 familiares“.
El vicario de Pastoral apunta que nada más conocerse, “comenzó a funcionar el equipo de diez sacerdotes que se habían ofrecido a realizar este rito de forma voluntaria”. En lugar de centrar el responso en el tanatorio, comenzó a realizarse en una “capilla” improvisada en una carpa ubicada junto a una de las entradas del cementerio.