El cementerio musulmán de Oviedo “no cumple las reglas”
Entre miles de tumbas cristianas se encuentra dentro del cementerio de El Salvador de Oviedo, el cementerio musulmán. Ubicado al final de las instalaciones, se diferencia del resto porque las tumbas no están cubiertas de mármol -están rodeadas de piedras- ni tienen tampoco flores.
La primera persona que fue allí enterrada fue un hombre que murió en un accidente de tráfico por la zona de Villablino (León) en 1983. Muy cerca yace también el pequeño Imran, el niño de 22 meses que fue asesinado a golpes y abandonado en una maleta junto al apeadero de tren de Vallobín, en noviembre de 2014. Y muchas más personas anónimas, todas ellas musulmanas.
Aunque tienen su sitio, este camposanto “no cumple las reglas que la religión musulmana”, según explica el presidente de la comunidad islámica en Asturias y delegado de la comunidad islámica de España en Asturias, Yahya Zanabili. Por ejemplo, no tienen un lavadero donde lavar el cuerpo y así cumplir con una de sus tradiciones; y algunas de las tumbas no están orientadas a La Meca. “De aquí a allí hay cinco mil kilómetros de distancia”, agregó Yahya Zanabili.
“En el islam cuando muere una persona se avisa al país, es entonces cuando familiares y amigos cogen el muerto lo lavan y limpian. Se vacían los intestinos, le ponen un tipo de perfume para luego cerrarle los orificios, nariz, ojos, orejas y zonas íntimas”.
La tradición, también, manda que el cuerpo sea envuelto tres veces en una tela preferiblemente de color blanca y después se entierra directamente tocando la tierra y mirando hacia La Meca. Sin embargo, la normativa sanitaria obliga a introducir los cuerpos en un féretro. // El Comercio