El cementerio que diseñó César Portela para Finisterre y que sigue sin tener una sola inhumación
En los cementerios de toda España se llenaron de visitantes que se acercaron hasta los camposantos para honrar a sus muertos, excepto uno, el que diseñó el laureado arquitecto César Portela para Finisterre (provincia de La Coruña).
Sin muros que lo cerquen, únicamente limitado por cielo, mar y tierra, en la localidad coruñesa se alza una necrópolis sin muertos, un cadáver político construido hace ya 25 años que atrae a peregrinos y turistas.
Apenas dos kilómetros separan el cementerio tradicional de la iglesia de Santa María das Areas de esta singular construcción, un proyecto aprobado por el Ayuntamiento socialista en 1997.
En la ladera interior del cabo, cerca de Punta Cabanas, se sitúa esta obra, azotada por el viento y la lluvia y con el mar y el horizonte como telón de fondo.
«Cuando proyecté y construí el Cementerio de Finisterre, lo que quería era ofrecer a los muertos el descanso que se merecen en un lugar sublime en el que la arquitectura fuera capaz de fundirse positivamente con la naturaleza, igual que lo han hecho en ese mismo enclave, desde siempre, la tierra, el mar y el cielo», explica Portela.
Para acceder al camposanto hay que detenerse en la carretera que conecta el pueblo con el faro. Aunque está indicado por un cartel, muchos peregrinos se sorprenden al saber que se trata de un cementerio. Algunos no lo conocen y otros, que han leído sobre este lugar, se detienen en él para visitarlo y capturar en instantáneas un enclave mágico que, con el paso del tiempo, ha caído en el olvido y nunca ha llegado a completar su función mortuoria.
Los tres primeros bloques, que en un inicio estaban destinados a ser tanatorio, capilla y sala de autopsias, ahora están cubiertos de maleza. Si bien la idea original era que la naturaleza formase parte del entorno, la desidia política ha hecho que esta se apodere de todo.
La obra nunca llegó a inaugurarse y no fue hasta 2015, con un alcalde progresista de nuevo, cuando se decidió retomar la idea. Fue entonces cuando se intento dar un uso a una necrópolis que en su momento costó más de 300.000 euros. Sin embargo, a pesar de que lo único que faltan son los suministros de agua y electricidad, el proyecto por el momento sigue paralizado.
Futuro en el aire
Lo cierto es que hay diversidad de opiniones entre los residentes sobre este lugar. Segundo López, vecino de Finisterre, considera que «se ha tirado el dinero» y que el cementerio de Portela «se está estropeando», y «no sirve ya para nada».
Mientras, Carmen Estévez, voluntaria de la parroquia, está deseando que lo terminen. «Que se gasten un poco más de dinero y que le den salida, para que la gente pueda enterrar a sus difuntos un poco bien», pide.
Ante la gran cantidad de peticiones, el alcalde del municipio, José Marcote, asegura que desde el ayuntamiento trabajan en una nueva ordenanza para abrir el cementerio de Portela como un columbario, en el que la gente esté en disposición de depositar sus cenizas. De hecho, oculta en uno de los bloques, yace una pequeña urna violeta, con el nombre de Brigitte, fallecida en 2021. Aunque todavía no está en funcionamiento, el cementerio de Portela cuenta ya con su primera inquilina, una extranjera que con su muerte le ha dado algo más de vida a un lugar que había quedado relegado al abandono.